La columna de Toño
Por: P. Toño Parra Segura – padremanuelantonio@hotmail.com
La petición de los Apóstoles al Señor para que les aumentara la fe, nos trae para la meditación de este Domingo 27 del tiempo ordinario, un tema de vital importancia para nuestra salvación.
Todos los días en el lenguaje cristiano se oye la expresión: “Estoy perdiendo la fe con este cura… por eso es que pierde uno la fe porque no lo atienden en lo que uno quiere; o también “Yo tengo mucha fe… pero no voy a Misa, Yo creo en Dios pero no en la Iglesia ni en los curas” y otras expresiones fruto de la ignorancia religiosa.
No se trata de la “fe-cantidad, sino de la fe-calidad” que es como una pequeña semilla que debe sembrarse, crecer y dar fruto.
Para consuelo de muchos, ni los apóstoles que andaban con Jesús tenían claros los conceptos; para ellos prima la cantidad, cuando hablan de aumento.
El Señor les está respondiendo con fina ironía: “Uds. no tienen ni “pizca” de fe, ni siquiera como el granito de mostaza que es la más pequeña de todas las semillas. Si esa semilla reventara, tendrían muchos poderes; no se trata de aplicar al pie de la letra lo del traslado de las montañas aún arrancándolas de raíz, sino el poder de conversión individual que puede adquirirse con la confianza en Dios. Se trata entonces no de teorías que no salvan a nadie, sino de una fe de aceptación, de contemplación y de compromiso.
Ellos irían a tener esas experiencias más tarde cuando el Señor resucitado les da poderes amplios, de tal manera que hasta la sombra de Pedro o los pañuelos de Pablo hacían curaciones milagrosas.
Si no es una teoría, no hay que meterle tanto raciocinio, que mentalmente nos llevaría a una duda permanente, ya que fe no es lo mismo que evidencia. Pablo que es maestro de la fe, en todas sus cartas nos habla de ella, a Timoteo le dice hoy “Vive con fe y amor cristiano”, en especial el capítulo 11 de la Carta a Los Hebreos, cuya lectura sería muy recomendable para esta semana. La fe es certeza, es esperanza de lo que no vemos, es ponerse en camino como todos los testigos de fe que enumera Pablo en esa Carta.
Basta un mínimo de fe, pero auténtica, “El justo vivirá por su fe” (Hab.2,4) y así lo encuentra uno en muchas personas que ni dicen Misa, ni se la pasan en todos los grupos religiosos.
Es un don de Dios, es una gracia, hay que pedirla y emprender el proceso, que es un camino largo como el de Abraham, o como el de José, hijo de Jacob.
En la fe se piden resultados concretos como lo afirma Santiago en el capítulo 2 desde el versículo 14; la fe sin obras es muerta.
El segundo punto de mediación de hoy es el servicio con humildad; no somos indispensables, todo lo hemos recibido como gracia y nuestra vida debe ser una respuesta agradecida a los dones de Dios, y no como premio o recompensa.
Jesús se opone a la mentalidad de los fariseos que pensaban que por el cumplimiento de la ley, Dios se obligaba a premiar su comportamiento. No hagamos mucho alarde como los fariseos, ni nos vanagloriemos de nuestra fe, que es a veces muy deficiente e interesada. Recordemos que siempre somos siervos inútiles y que al cumplir nuestros deberes de cristianos, a penas hemos hecho lo que teníamos que hacer. Ensayemos una fe de testimonio y no de tantas palabras; la fe es un talante y no una camisa de quitar y poner. “Dime cómo vives y te diré cuánta fe tienes”.