Esta anécdota protagonizada por Winston Churchill y un joven parlamentario de su partido, sirve para ilustrar lo que está sucediendo hoy en materia política en Colombia. Cuenta la historia que el joven se acercó al escaño del primer Ministro y le dijo: “Nunca pude imaginar que un día yo estaría sentado junto a usted y frente a esos bancos laboristas en que se sientan nuestros enemigos”. Churchill le respondió: “No se confunda usted, los que están enfrente son nuestros adversarios. Nuestros enemigos se sientan detrás”.
Mirando con perspectiva lo que está aconteciendo en cada uno de los extremos del espectro político colombiano es fácil visualizar que, tanto para la izquierda como para la derecha, el principal talón de Aquiles en el camino a la presidencia no son sólo sus adversarios en la oposición, sino los «enemigos» de adentro.
El caso de la izquierda, con Petro a la cabeza, es el más evidente. Su abierta enemistad con Claudia López lo ha conducido a puntos ciegos, a equivocaciones graves que ya se reflejan en su descenso en las encuestas. Si es cierto, como asegura la alcaldesa, que el petrismo está detrás de los hechos de vandalismo en la capital, es fácil concluir que los odios personales pudieron más que el cálculo político. El costo de haberle hecho daño a la ciudadanía bogotana en su afán de destruir políticamente a la alcaldesa, hasta hacerla ver como incapaz de gobernar y de dar seguridad a la ciudad, le puede estar costando la presidencia. Su base popular de respaldo que se consideraba inamovible, se movió. Disminuyó casi 10 puntos porcentuales en las encuestas. Quedó expuesto el talón de aquiles del petrismo: los odios personales lo impulsan, pero también pueden ser causa de su destrucción.
Este fuego amigo alcanzó su punto más alto de ebullición con el enfrentamiento entre Bruno Díaz y el senador Gustavo Bolívar. Este episodio marcará un antes y un después en la forma de hacer política-denuncia utilizando «todas las formas de lucha mediática» y será «estudio de caso» en todas las escuelas de comunicación política. Merece un análisis más profundo porque involucra todos los ingredientes éticos y emocionales que mueven la política hoy en las redes. Y, con toda seguridad, marcará un nuevo movimiento en las encuestas. Otra vez, los golpes que más daño hacen son los que no se ven llegar.
Y si en la izquierda el fuego es evidente, en el Centro Democrático podría estar a punto de propagarse una chispa. Lo que en un principio parecería ser el surgimiento del «duquismo» en contraposición a los «pura sangre», ahora es un tenso juego político, donde aparecen las vanidades personales dispuestas a todo, incluido el juego sucio en las redes, que conducirá, inevitablemente, a una división interna.
Valdría la pena preguntarse: ¿nos puede gobernar quien está dispuesto a llevarse por delante a la ciudadanía para acabar con una enemiga política? Y, ¿nos podrían gobernar quiénes, ante la perspectiva de llegar al poder, pasan por encima de sus «propios amigos» y están dispuestos a ganar a cualquier precio?
Este fuego amigo amenaza con incendiar algo más que las vanidades. Mucha razón tiene la senadora Paola Holguín en pedir sensatez política y poner, por encima de su partido, la patria y los principios democráticos.