Por: Carlos Tobar
Gustavo Petro fue elegido presidente de la república. Esa fue la decisión democrática tomada por la mayoría del pueblo colombiano. Es un hecho. Y los hechos sociales hay que reconocerlos. Nos gusten o no. Como buen demócrata acepto el veredicto incontrovertible de las urnas.
Le deseo lo mejor para su gobierno. Que ojalá acierte en sus propósitos porque está de por medio la vida de los colombianos. Las más apremiantes necesidades y, sus más íntimas aspiraciones. Cuantas frustraciones hay acumuladas en décadas de malos gobiernos que, se han caracterizado por gobernar para minorías.
Petro y el Pacto Histórico ganaron proponiendo un cambio que, deduzco, es todo lo contrario de lo que han hecho las élites de este país. Por lo menos, eso decía su propaganda en la campaña electoral.
Quienes conocemos esta Colombia que tanto nos duele, sabemos que es más fácil decirlo que hacerlo. Hasta ahora Gustavo Petro ha sido un opositor a los gobiernos, ahora es el gobierno. Y, cuando se tienen las responsabilidades de dirigir una sociedad, toca pasar del dicho al hecho.
Hay que hacer. No se puede escudar detrás de nadie, porque sencillamente el gobierno está, inexorablemente en su cabeza.
Ahora toca construir. Construir en medio de una sociedad polarizada. Medio país votó en contra de sus propuestas. Pretender que desaparezcan las contradicciones con su triunfo y el llamado a la unidad, es tratar de negar la sociedad variopinta y disímil que va a gobernar. La política “del amor y de la vida”, como gusta pregonar, no va a borrar las múltiples contradicciones que alimentan la vida social.
Menos cuando el mundo capitalista en el que nos hemos movido, contra nuestra voluntad como nación, amenaza colapsar. Por primera vez, desde hace cien años en que Colombia se incorporó a la modernidad capitalista, las reglas de juego, con las que nos han excluido a los pueblos de los llamados países en desarrollo, están haciendo agua. Esta situación abre la oportunidad de ejercer a plenitud los derechos de la soberanía nacional, pero, además potencia hasta el infinito los agudos problemas que asolan al país.
Quienes no creemos que el Pacto Histórico y Gustavo Petro representen el futuro que necesita Colombia, estaremos vigilantes sobre su gobierno, ejerciendo con lealtad y firmeza, la necesaria oposición democrática que, como derecho nos otorga la Constitución y las leyes de la república.
