ALFREDO VARGAS ORTIZ
Abogado Universidad Surcolombiana
Doctor en Derecho Universidad Nacional de Colombia
De mi adorado pueblo de Algeciras se dicen muchas cosas malas, algunas con razón, por los índices de violencia que nos han caracterizado a lo largo de los años y en los que miles de personas se han visto afectadas y obligadas incluso a desplazarse a otros sitios como consecuencia del conflicto interno armado. Sin embargo, hoy quiero decirles que en Algeciras han vivido y viven seres maravillosos que, ante la violencia, se resisten a abandonar este pedazo de paraíso que Dios nos ha heredado. Es el caso del recientemente fallecido Ingeniero Gil Moyano Sánchez (q.e.p.d.), el esposo de mi querida profesora Nohora Sofía Algarra, a quienes tuve la oportunidad de conocer y compartir en múltiples eventos en mi proceso de formación en el glorioso Colegio Nacionalizado Juan XXIII.
Los recuerdo siempre juntos, siempre optimistas, laboriosos, dedicados a las causas sociales y, sobre todo, a la labor más maravillosa que puede escoger un ser humano: el arte de enseñar con su verdadero ejemplo. De ellos aprendí el amor por la naturaleza, el cuidado del medio ambiente, la necesidad de combinar la ciencia con la sabiduría popular para hacer de nuestro pueblo la verdadera despensa agrícola del Huila.
Recuerdo la pequeña granja en la que cada centímetro producía de manera ambientalmente sostenible sus productos, el espacio para mantener animales en vía de extinción como los guaras o los borugos, entre otros, la promoción de los cultivos hidropónicos y el amor, sobre todo, por la vida.
En una oportunidad, decidimos con un grupo de compañeros armar el sistema óseo, circulatorio y digestivo de una vaca. Nuestros cómplices, el ingeniero Gil y la profe Nohora, nos prestaron la casa para hacer el proceso. Los huesos olían terrible, pero más pudo el amor por el conocimiento. La profe siempre nos acompañó y nos llevó a conocer la Universidad Surcolombiana, donde en una semana de la ciencia ganamos el primer puesto por nuestro proyecto con la vaca “Francisca”, nombre producto del homenaje a la novia de uno de nuestros amigos. Esa misma experiencia significativa hizo que varios de los que participamos en el proyecto termináramos estudiando en la Universidad Surcolombiana, en la que hoy tengo el honor de ser docente.
En la labor que he escogido como maestro, siempre pienso en ellos. ¿Por qué, pudiendo hacerlo, no salieron corriendo cuando las circunstancias lo merecían para proteger su vida? La razón es simple: él y ella amaban a su pueblo como a nadie. «No voy a salir corriendo dejando a mis muchachos», le escuché en alguna oportunidad. Algeciras está lleno de héroes sin capa, de esos que te inspiran a seguir adelante ante la adversidad. Gracias a estos seres humanos, cientos de jóvenes escogimos otros caminos. Pese a la tentación de hacer parte del conflicto, escogimos la ciencia, la academia y el amor por la vida.
Don Gil, como cariñosamente le decíamos, ha partido a la eternidad, pero con la firme convicción de tener un trecho de cielo bien ganado. Dios lo bendiga y que el Señor Jesús acompañe a mi querida profe Nohora para que siga irradiando su luz a muchos más jóvenes del valle que inspira grandeza.
