Llegó el nuevo año y con él diversas metas por cumplir, también muchas preocupaciones y cosas que nos quedaron pendientes del año anterior.
A veces no nos detenemos un momento a pensar, quizá por lo rutinaria de nuestras vidas, de lo importante que es amanecer con vida, de lo importante que es despertar y poder abrir los ojos. No nos detenemos a agradecer a Dios por darnos un día más para vivir, para trabajar, luchar, sonreír, llorar, pero al fin y al cabo vivir.
Quise en esta columna de opinión, manifestar públicamente mi agradecimiento al Altísimo por todo lo positivo que fue el 2021 en lo personal, y pedirle mucha salud, sabiduría y amor para el 2022, para mí familia, para todos ustedes y para mí. Del resto debemos ocuparnos nosotros mismos.
A veces cuando estamos en momentos efervescentes de felicidad no hacemos un alto en el camino para agradecer. También, no nos acordamos en momentos de tristeza y dificultades de pedirle a Dios su ayuda. Buscamos al amigo, al familiar, a la pareja y no nos damos cuenta que Dios nos puede ayudar, que siempre estará presto a oír nuestras oraciones. Somos sus hijos y él en su infinita misericordia así no lo merezcamos siempre irá a socorrernos.
El motivo de esta columna, además de agradecer lo positivo del año pasado y lo bueno que seguramente será este. Es para motivarlos a ustedes a que este año nos acerquemos más a Dios, que este año que recién inicia nos vaya bien a todos, sea de crecimiento personal, familiar, económico, social y también espiritual.
Acordémonos que por más dura que se ponga la vida, por más complicadas que parezcan las situaciones que enfrentemos, siempre habrá un Dios presto a ayudarnos si lo buscamos. Que este 2022 sea de mucha unión familiar, y que Colombia no vaya a caer en manos de quienes la quieren ver en el precipicio.
Dios los bendiga.