Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino
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A solo 48 días de llevarse a cabo las elecciones para elegir al nuevo Presidente de Colombia, los colombianos hemos venido escuchando durante los tres últimos meses todos los planteamientos que han esbozado los candidatos que aspiran a llegar a la Casa de Nariño. A través de los medios de comunicación, las redes sociales y en las tribunas donde han tenido la oportunidad de expresar sus propuestas programáticas, se han intensificado los ataques verbales entre los candidatos, donde se han enrostrado sus antecedentes, para denigrarse mutuamente por los hechos que han colocado en primera plana las denuncias mutuas que han generado sus partidarios, algunos asesores y directivos de las campañas en mención.
En todos los espacios de los medios de comunicación, cuando son entrevistados, aparecen solamente declaraciones que colocan en entredicho las sanas costumbres del constituyente primario. Los chismes, comentarios mal intencionados, agravios y ofensas mutuas son las únicas propuestas que se transmiten a la opinión pública que se encuentra cansada de esta clase de actuaciones que en nada enaltecen al proceso electoral. Las denuncias que se han ventilado deben ser investigadas por los entes de control y son ellos los que determinan las responsabilidades disciplinarias y penales en caso de que se comprueben las presuntas irregularidades que se han cometido alrededor de las campañas de los aspirantes.
Al constituyente primario, solo nos interesan las propuestas programáticas que plantean los candidatos. Son deficientes los debates de éstos, no se conocen las soluciones a los grandes problemas sociales, económicos, ambientales, institucionales y políticos que padece la población colombiana. que cada vez registra mayores dificultades para vivir en un ambiente caracterizado por la inseguridad, la corrupción administrativa, los bajos salarios y la destrucción de los recursos naturales, entre otros. Es necesario que el debate se centre en los temas representativos y primordiales para las regiones y el país y se alejen de la prolongación de la guerra sucia y la campaña negra que hasta el momento ha invadido la carrera a estas justas electorales. Hemos sido espectadores de ésta, que se genera por parte de algunas personas mal intencionadas, que quieren desvirtuar la realidad del diario acontecer y que los lectores se ven saturados de mensajes que tergiversan la verdadera realidad de los acontecimientos.
Independiente de las valoraciones que puedan hacerse, es un hecho que la forma como se ha desarrollado el debate previo a las elecciones de mayo dista bastante de lo que durante muchos años fue la norma en Colombia. La irrupción de las redes sociales, con sus lógicas que premian la inmediatez, la brevedad del mensaje y qué tanto este pueda exacerbar las emociones más básicas de la persona, tiene mucho que ver en esta transformación. Es así como la consigna sustituye al argumento, la confrontación a la deliberación y las individualidades a las colectividades.
Y son varios, por desgracia, los muros que otrora delimitaban el campo de la discusión pero que en las últimas semanas se han franqueado. No solo el que señalaba dónde comenzaba la esfera privada de cada uno. También está el que indica dónde comienzan las actitudes y posturas que discriminan a una persona por su origen étnico o su color de piel. Así mismo pasa con los acuerdos tácitos y necesarios sobre ciertos distintivos y alusiones con una profunda carga simbólica y política.