Por: GERARDO ALDANA GARCÍA
A Guillermo González Otálora lo conocí en 1995; por ahí en uno de esos caminos que la cultura y el arte señaló para nuestro encuentro. Él ya venía haciendo de las suyas por coadyuvar a fortalecer la identidad cultural del pueblo de Huila. Como estudiante de literatura y luego como profesor en diversas universidades, incluyendo la USCO de la que felizmente egresó, era uno de esos gestores culturales visibles; siempre en el variopinto escenario de la creación. Nacido en Paicol, llegó a Neiva con el vigor heredado del Río Páez y, sin embargo, también la serenidad de La Caja de Agua. Así ha sido, en mi opinión Guillermo González, o Guigo como le decimos sus más cercanos amigos; enérgico y constante para llevar a cabo sus proyectos y los de la entidad a la que ha entregado su vida por más de cuarenta años, la Gobernación del Huila. Y a la vez, se le percibe paciente, yo diría, observador para luego dejarse venir con propuestas novedosas y especialmente capaces de ofrecer solución a problemáticas del sector cultural. También es recurrente en él la práctica de un especial humor negro. Trabajar una hora al día junto a Guillermo, es soltar al menos una carcajada; viajar en su compañía, es mantenerse a la espera de cuál será su nueva anécdota para que renueves tu ánimo, tu alegría. Y puedo dar fe de lo que escribo, luego de tantos periplos y experiencias compartidas, tanto en Neiva como San Agustín, en Bogotá como en Roma.
Guigo se va de la Gobernación, de la Secretaría de Cultura en donde paredes y pasillos, en bajo o alto relieve, albergan sus huellas de gestor cultural, de escritor de novelas y cuentos llenos de poesía, de investigador, de compañero. Y por cuanto los muros locales que han servido de su espacio físico, no son ladrillos muertos, hay conexión entre estos y los murales en tantas ciudades de Colombia y del mundo, en donde el Guigo ha impregnado su espíritu cultor, su canto de mitos y leyendas, su predicado de sanjuanero y el alma del Festival Folclórico Nacional del Bambuco, del que, durante décadas fungió como coordinador. Si la presente columna se tratara de ilustrar el prolífico curriculum de estudios y experiencia profesional de Guillermo González Otálora, entonces tendría que ocupar toda la columna, asunto del que, seguramente cuando se escriba su biografía, será posible. En cambio, si me interesa resaltar al queridísimo ser humano que es Guigo. Mientras esto escribo, me anticipo a lo que será su partida como funcionario, ahora para gozar de su merecida pensión de jubilación. Con tristeza imagino la ruta que habrá trazado su ausencia en los pasillos de la cartera de Cultura, y de las calles de desfiles que ya no sentirán sus pasos a la cabeza de las diversas delegaciones culturales convidadas cada año a la importante cita de identidad cultural nacional en la capital huilense.
Hay un matiz de Guillermo que, los más cercanos saben leer en él; su enorme capacidad para afrontar a la adversidad; de hecho, en varios momentos de su vida, ha sido retado por los reveses, sea que vengan de uno que otro personaje que no le quiere, o se origine de dramas de su fuero personal y que, a un hombre común y corriente, harían sucumbir. Pero Guillermo no llora; o tal vez sí, seguramente lo hace por dentro, mientras que, ante su entorno se muestra enhiesto, bajo un rostro alto y amable, más de allá de su un metro noventa que delinea su altura.
Si alguien quisiese adentrarse en el mundo interior de Guillermo González Otálora, podría leer sus relatos en Días Oscuros, o dejarse invadir por la trama de novelas como Usted está Loco. Llama poderosamente la atención, su capacidad para plasmar sentimientos de pesar frente a la partida del abuelo o la madre. Es capaz de dejar vivir en cada línea el color de la ausencia cuando la juventud y la familia ya no están. Los detalles de su prosa amena y descriptiva, pletórica de dichos y personajes propios de la vida comarcana, resultan idóneos para hacer vivir el pasado vivo e imaginar el ocaso cuando la obscuridad quiere abdicar el trono del postrer amanecer.
A Guillermo, el hombre de un corazón tan grande y por grande capaz de dividirse para amar; al trabajador de la cultura que deja jirones de su propia vida en generaciones de cultores y artistas que crecieron bajo su influjo, al compañero de trabajo siempre presente, en las buenas y en las malas, rindo un sincero homenaje en este día, a escasos días de lo que será su partida del ámbito laboral de tantos años. Estoy seguro, eso si que, la Secretaría de Cultura pierde a un gran cultor, y será otro escenario el que lo acoja; tal vez para atestiguar sus nuevas creaciones literarias o quizás, para seguir celebrando su abrazo con la vida, en una faceta llena de armonía.