Luis Humberto Tovar Trujillo
Conocí de un episodio sucedido en el Concejo de Neiva, que compromete en grado sumo la salud de uno de sus integrantes, Faiber Tamayo concretamente, donde en un acalorado debate, donde el tema era, el endeudamiento desesperado del municipio.
Cualquiera que hubiera sido la postura del concejal mencionado, sobre el tema, también referido, no deja de ser una discusión dentro de un escenario natural para el debate, para la discusión, supone uno, mas intelectual que pasional, pero desafortunadamente, los niveles de intolerancia han llegado a tal punto, que un columnista del Diario La Nacion, se atrevió a vulgarizar el episodio, llegando al extremo, de jugar con la salud del concejal Tamayo.
No se ni quiero saberlo, que intereses estaban representando uno y otro; pero lo inconcebible es que se vulgarice, un episodio, al punto de volver parte del “circo”, la salud de uno de sus integrantes, como suele denominarse ahora al sector público, que incluye, la casa de Nariño.
Mientras el concejal se debate en dificultades, en uno de los centros asistenciales de la ciudad, para superar su estado de salud, que, entre otras cosas, con consecuencias cardiacas, el columnista hacia fiesta, repito, vulgarizando el episodio.
¿Puede acaso entenderse, que ese episodio, pudo haber sucedido, u otro similar, donde el afectado hubiese sido alguna persona con vínculos de consanguinidad o afinidad con el columnista?
Lo grave de todo esto, es reflexionar sobre los niveles de intolerancia e irracionalidad, a que hemos llegado, que ya parecemos hienas contra los demás, por posturas que se quedan en el debate, en la discusión del recinto.
Hay que acudir a la justa medida de las cosas, como decía un pensador; no salirnos de la esfera de la racionalidad.
Debemos distinguirnos de los animales al menos en ser racionales, aunque como en este caso, pareciera que no lo somos; hasta allá ha llegado, la degeneración de la especie humana.
Entendamos que podemos discrepar de los demás, ese solo hecho, es la mejor y mayor demostración, de la inteligencia humana, porqué tenemos que renunciar a ese derecho, y llevarnos por delante la condición humana de los demás, de nuestros conciudadanos.
No sigamos siendo víctimas de las bajas pasiones; seguir así, es acudir a la ruindad, por simplemente defender causas, generalmente irracionales, que, para defenderlas, solo se necesita del ingrediente del bajo proceder, para intentar creer hacerlas exitosas.
Falsa ilusión, poco exquisita, por cierto. El concejal victima de este episodio, hoy recluido en un centro hospitalario, ya inicio las acciones debidas, para “recuperar” al menos el respeto a su dignidad humana.
