POR: Adonis Tupac Ramírez
Escribo esta columna desde el dolor y la desesperanza al enterarme del asesinato de Ronald Rojas (Ramiro Durán) el pasado 4 de julio cuando departía con su familia en su casa en el área rural de Palermo; asesinado frente a sus hijos, esposa, padres y amigos.
Conocí a Ronald en el año 1996 cuando fui presidente del Consejo Superior estudiantil de la USCO y él ya era un destacado líder estudiantil de secundaria, con una gran lucidez política, social, buen orador, conciliador y luchador. Compartimos momentos de trabajo como un proceso de interacción entre las diferentes organizaciones estudiantiles de secundaria y universitaria por la defensa de la educación pública. Ronald lideró la formación de la asociación nacional de estudiantes de secundaria (ANEU) mientras nosotros trabajamos en la conformación de la asociación colombiana de estudiantes universitarios (ACEU). En el año 1998 comenzaron las amenazas contra todos los líderes estudiantiles siendo víctima de un par de atentados, por lo que tuve que prácticamente esconderme durante un tiempo y contemplar la posibilidad del exilio. En el año 1999 muchos salen exiliados y otros asumen integrarse a las FARC, siendo Ronald uno de ellos. Durante 20 años no supe nada del flaco, solo hasta el proceso de paz y su reincorporación a la sociedad civil tuve la oportunidad de reunirme en casa de sus padres y compartir un almuerzo y una larga charla, donde siempre vislumbró su felicidad por volver a casa, retomar el camino de la lucha política sin armas y su verdadero compromiso con la reconciliación. Le pegunté si alguna vez se imaginó estar de nuevo en casa de sus padres y me respondió que jamás se hubiera imaginado regresar después de tanto tiempo y con una guerra cada vez más compleja, me dijo además que nuca volvería a empuñar un arma, que le había prometido a sus padres devolver esos 20 años que ellos habían perdido sin su presencia, que se había prometido construir una familia y seguir trabajando por sus compañeros en el proceso de reincorporación.
Enterarme de su muerte realmente me fractura el alma, me sume en la desesperanza y dolor, pero sé que debemos seguir trabajando por la reconciliación y el perdón, seguir construyendo una sociedad justa, equitativa y libre. Este será el legado de Ronald que mantendremos.
Hasta siempre Flaco.