Ha transcurrido 16 años desde la aprobación de la Ley 1257, “por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres”. De entrada, podemos afirmar que contar con esta Ley ha sido un gran avance. Las organizaciones y la bancada feminista en el Congreso de la República, que lograron hacerla realidad merecen todo el reconocimiento. Igualmente existe una marcada tendencia en esta corporación de seguir defendiendo los derechos de las mujeres.
No menos grave es la evolución de la violencia sexual. De los casi 15.000 casos registrados en el 2008 se pasó a los cerca de 30.000 que hoy se cuentan. Y, como lo han revelado diferentes estudios, no es que ahora las mujeres denuncien; la verdad es que los casos aumentaron. Lo mismo ocurre con la explotación sexual y la trata de mujeres, cuyo aumento fue de casi un 25 por ciento en la última década. Y otra vergüenza: de los cinco tipos de violencia contra las mujeres, todos alcanzan índices de impunidad de más del 80 por ciento.
Pero recientemente, el Contralor Departamental del Huila, Andrés Felipe Vanegas Mosquera fue acusado ante la Fiscalía General de la Nación por la agresión verbal y física a su pareja sentimental la Secretaría General de la Alcaldía de Neiva, Salomé Vanegas que le propinó en su apartamento ubicado en el condominio Bosques de Santa Ana. Después de asistir a una discoteca en una ciudad, bajo los efectos del alcohol, le propinó fuertes golpes a esta indefensa mujer. Los hechos repudiables por la sociedad huilense quedaron registrados en las cámaras de seguridad del conjunto donde residen y que fueron divulgados ampliamente por las redes sociales.
Diariamente se está presentando esta clase hechos de violencia contra las mujeres en el departamento del Huila, que, de acuerdo con la fuerza pública, se han ´presentado 295 casos en lo que va transcurrido el presente año. Solamente en el mes de mayo ocurrieron 77 casos. A la pregunta, típica, de por qué hablar con enfoque de género en un país tan violento, la respuesta es clara: porque a las mujeres las violentan de manera desproporcionada en ciertos ambientes y sus victimarios son en su mayoría hombres. No es coincidencia que las mujeres sean las principales víctimas de violencia sexual. Por eso es imposible analizar esos casos sin entender los desequilibrios estructurales que hay detrás de lo que ocurre. Más aún, es fundamental seguir utilizando el enfoque diferencial para poder encontrar soluciones al problema. Tenemos que seguir luchando contra la violencia en todas sus formas. Necesitamos planes que vayan más allá de los discursos típicos. Las cifras están sobre la mesa. Les seguimos fallando a las mujeres.
