Por: Gerardo Aldana García
Es común escuchar en las propuestas de los candidatos Hernández y Petro, la palabra cambio. Resulta de suma importancia preguntarse: El cambio para qué. Lo que se busca es que se pase de una situación actual deprimida a una de mayor bienestar para los colombianos. Sabido es que hay cambios que traen funestas consecuencias para un país, para sus ciudadanos. Los colombianos, como a cualquier persona en el planeta, esperan poder acceder a las propuestas de quien será su nuevo gobernante, de manera libre y sin distorsiones, lo cual puede ocurrir si los medios de comunicación y los periodistas actúan con la mayor honestidad en la generación de la noticia y los contenidos de reportajes sobre la vida y pensamiento de los candidatos. Es común ver en Colombia comunicadores que se casan con un candidato y en el afán de protegerlo y venderlo al voto popular, no solo sobre dimensionan los méritos de este, sino que acentúan las debilidades del adversario, faltando con ello a la ética periodística en desmedro de la información veraz. En todo caso, es importante sopesar los riesgos que representan los cambios propuestos. Por ejemplo, frente al predicado de Hernández de la honestidad para administrar los recursos en procura de la salva guarda de los intereses nacionales, puede traer como respuesta la lentitud en la aprobación de proyectos importantes que, forzosamente deben contar con la aprobación de congresistas ofendidos por la mengua de su participación en la burocracia y la mermelada presupuestal. La equidad, cacareada por Petro en función del bienestar recurriendo a mecanismos que presionan la libertad de empresa, por ejemplo, subiendo impuestos para que los tenedores de tierras improductivas no puedan pagarlas y al ser rematadas por el Estado, dárselas a los más pobres, puede traer una parálisis en el aparato productivo nacional en donde los empresarios ven amenazados sus intereses y resuelven el cese de factorías y procurar la fuga de su capital hacia el exterior.
El cierre de las importaciones de productos generados por el país, algo que los dos destacan, por considerar que es un matiz del neoliberalismo que quiebra a los productores nacionales, puede traer consigo una desconexión de Colombia de los contextos económicos internacionales, llevando a perder oportunidades de mejores precios y mengua de ingresos a la economía nacional la cual depende, como muchas, de acuerdos comerciales en tratados que condicionan las relaciones binacionales o multinacionales a reciprocidades en las balanzas de pagos. En otro ámbito, se escucha a los dos en la puja final, decir que meterán a los militares en cintura: Petro, que se gozará de haber combatido a los generales y ahora subordinarlos a su mandato, y Hernández que anuncia revisar los gastos de los diversos estamentos de las fuerzas militares y de policía. La respuesta puede venir con mucha severidad de quienes tienen bajo su control, aún en una democracia como la colombiana, las armas, instrumento terriblemente efectivo para coaccionar a un gobierno y con ello poner riesgo la seguridad nacional. Por su parte, la sustitución de los fondos pensionales privados para fortalecer el público Colpensiones, una promesa de Petro, puede traer como consecuencia la desaceleración de la economía nacional, dado que es sabido que grandes grupos económicos del país que se benefician del dinero de las pensiones desde los fondos privados, son regentes y dueños de negocios generadores de servicios, capitales financieros y productos de industria nacional que, al no sentir la inyección del capital de las pensiones, menguarán sus dinámicas de producción. Cabe recordar que en la macro economía, como en la biología, se vive el fenómeno conocido como Homeóstasis, en el cual coexisten diversas variables, inter relacionadas y de cuya armonía depende el equilibrio económico del país. Así que, no es tan fácil que posturas absolutistas o radicales, bien de izquierda como de derecha, tengan la garantía de poder implementarse al tenor de lo prometido por cada candidato, pues llegado el momento de subirse al potro de dirigir y administrar el país, terminará por abrevar en un remanso que no puede ser otro que el de la moderación de posiciones de gobierno de centro, echando mano a insumos de aquí y de allá, si verdaderamente le importa el país y su gente. Si no, lo que puede resultar en un mandato que preludia un golpe de Estado, el fin de una democracia, el nacimiento de una dictadura.