Saúl Hernández Bolívar
@SaulHernandezB
Es apenas normal que un buen sector del uribismo no se sienta identificado con el gobierno de Iván Duque ni con los resultados de su gestión por la extremada sensibilidad que produjo la traición de ocho años de Juan Manuel Santos, con todo aquello que se esperaba que Duque hiciera ‘trizas’, y porque desde el principio trabajó más con el santismo que con su propio partido, el Centro Democrático. Pero considerar que su administración fue desastrosa es sumarse gratuitamente a las bodegas petristas que quemaron su imagen a punta de falsedades, como lo hicieron con la de Federico Gutiérrez o con la del mismo expresidente Álvaro Uribe.
La verdad es que Duque tiene cosas para mostrar que podrían hacer que muchos de sus actuales detractores lo añoren. Para empezar, hay que hablar de la pandemia, tema de cuyo manejo Colombia fue considerado el mejor país de América Latina. Por una parte, se vacunó todo el que quiso: el 72% tiene el esquema completo de vacunación a pesar de que muchos vaticinaban que no tendríamos vacunas hasta 2023 o 24. Por otra, se extendieron subsidios a toda la población vulnerable, a tal grado que ese Gobierno entregó casi la mitad de las transferencias monetarias (25 billones de pesos) que el Estado ha hecho desde el año 2000 (55 billones). Y, como si fuera poco, se alcanzó la reactivación económica con un crecimiento histórico del 10,6% en 2021 y la recuperación de los puestos de trabajo que había destruido el covid-19.
En otros campos hay logros también importantes. La historia tendrá que reconocer que con Duque empezó la matrícula cero para jóvenes de estratos 1, 2 y 3 en universidades públicas, beneficiando a más de 720 mil colombianos. En cuanto a infraestructura, Duque deja listas 18 de las 29 vías 4G a pesar de haberlas recibido en niveles de ejecución inferiores al 20%. Pasamos de un atraso legendario en materia de vías a ser un país atravesado por túneles y puentes que conforman autopistas de doble calzada. Obras que, por lo general, se hubieran tomado décadas han surgido en un abrir y cerrar de ojos. Y, para terminar su mandato, Duque le regaló a Bogotá la financiación de la segunda línea del metro cuando apenas se están empezando los trabajos de la primera. Un gran aporte a la capital del país.
Adicionalmente, Duque puso en marcha un ambicioso programa de transición energética a fuentes limpias al lanzar importantes subastas de generación de energía eólica y solar que harán saltar estas en la matriz energética del 0,2% al 14%. Además, puso dos pilotos de generación de hidrogeno verde en operación. En su gobierno se entregaron más títulos agrarios que en cualquier otro (50 mil) y se disparó la venta de vivienda gracias a los estímulos estatales.
En el extranjero miran con especial consideración el Estatuto de Protección Temporal que Duque concedió a dos millones de venezolanos, un acto de solidaridad que todos reclaman pero pocos conceden. Tal vez los colombianos necesitemos de un gesto de esa naturaleza muy pronto.
Entre las críticas a Duque se destaca el mal manejo del orden público. Se dejó imponer la prohibición del glifosato y terminamos nadando en coca, perdiendo el control de inmensas regiones como el Cauca, Nariño, Urabá, Arauca y el Catatumbo, por mencionar las más graves, donde la Fuerza Pública se mostró impotente para imponer la ley.
En fin. No hay necesidad de un análisis exhaustivo para reconocer que Duque tuvo fallas, pero también grandes aciertos. La historia será más benigna con él que las hordas de tuiteros.