Adonis Tupac Ramírez
4:50 am: eso dice mi reloj. A esta hora ya no tengo noción del tiempo, no sé si es de día o de noche, llevo más de 24 horas sin ver la luz solar. Aquí en estas salas siempre es de noche.
Es enero del año 2004, mi último año de residencia (se llama residencia a la formación que hacemos para adquirir el título de especialistas) a punto de convertirme en cirujano; en ese momento tenía una gran responsabilidad, muchos procedimientos los realizaba en compañía del médico interno bajo la supervisión de mis profesores, tenía la confianza de ellos y eso infundía una falsa grandeza y una arrogancia al creerme que ya era un cirujano.
Me creía mejor que mis profesores porque leía más, buscaba los últimos artículos y pensaba que muchos de ellos ya estaban desactualizados. Esa falsa grandeza, sumada a la arrogancia, pronto caería y aprendería nuevamente sobre la humildad. Esto pasó en mis primeros meses de trabajo como cirujano general. Durante la residencia era avezado, intrépido para tomar decisiones y definir pacientes, porque siempre podía mirar atrás y estaba mi profesor para avalar o corregir mis conductas y continuar aprendiendo, pero cuando se inicia a trabajar solo, esa falsa sensación de grandeza de creer que mis profesores no saben lo mismo se cae al piso, en ese momento estoy solo, no tengo el aval ni la confianza en la espalda y es cuando comprendo que aún me falta mucho por aprender para poder emular a mis profesores.
Sentado frente al teclado de este viejo computador, escribiendo los informes de los últimos procedimientos quirúrgicos de la noche, tratando de ser cauto y recordando cada hallazgo y cada momento de todos los pacientes para no errar ni cruzar la información, me ayudaba de anotaciones que hacía en una hoja entre cada cirugía de los hallazgos importantes de cada paciente para no olvidar. Aquella noche fueron casi 13 cirugías, no hubo descanso, se pasaba de una sala a otra para poder dar abasto. Mientras terminaba el procedimiento, el profesor bajaba a urgencias a solucionar las cosas más urgentes y a continuar conmigo. Terminamos todo a las 4.30 am y a mí me tocaba sentarme a escribirlo todo y, claro, hay que hacerlo perfecto porque lo que queda consignado en las historias clínicas es lo único que nos puede salvar o proteger de una futura demanda, hasta en eso debemos pensar, una triste realidad…
Continúa la próxima semana.