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Huila, cuna de José Eustasio Rivera: El rescate de un tesoro literario

Feb 20, 2024

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Próxima a cumplir cien años de haber sido escrita La Vorágine, sigue más vigente que nunca. Un manuscrito, hoy en poder de la Biblioteca Nacional de Colombia, permitió a la Red de Bibliotecas Públicas del Huila, tener una copia digital e imprimir 42 libros que serán un regalo para todo el departamento. La obra cumbre de José Eustasio Rivera, sigue más viva que nunca.

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Han pasado ya cien años desde que José Eustasio Rivera, hijo ilustre del departamento del Huila, publicara La Vorágine, novela cumbre de su corta, pero muy exitosa carrera como escritor. De su obra, mucho se ha hablado, incluso expertos en la materia, aseguran que está más vigente que nunca, que cada letra es una fiel copia de lo que vive el país actualmente. Su nombre, está en la memoria de los huilenses y poco a poco el país, se ha apersonado de una deuda con el hombre, que le escribió al amor, a la esclavitud, y a la reivindicación de los más desprotegidos.

Son cien años, en los que difícilmente, se creería que aún exista alguna pertenencia de Rivera, pero la providencia así lo ha querido y ha puesto en las manos del protector de los libros, uno de los manuscritos de La Vorágine. Este reposa hoy en día, en la Biblioteca Nacional de Colombia, su custodio.

Miguel Darío Polanía, es el coordinador de la red Bibliotecas Públicas del Huila, contó que, gracias al trabajo articulado entre la Biblioteca Nacional, logró tener un sus manos una copia digitalizada del manuscrito, del cual hoy, ya hay 42 copias, que serán distribuidas a cada una de las bibliotecas municipales para que sea motivo de consulta y estudio de esta ilustre obra literaria.

Polanía señaló que la Biblioteca Nacional adquirió en su momento, el valioso material encontrado por un sobrino nieto de José Eustasio Rivera, destacando la singularidad de uno de los manuscritos de «La Vorágine» debido a la meticulosidad del escritor.

En su análisis, reveló que, al comparar la primera y quinta edición de la obra, se identificaron más de cinco mil correcciones realizadas personalmente por Rivera. Esta atención al detalle revela la dedicación del escritor a perfeccionar su obra a lo largo del tiempo. Después de retomar el contacto con la Biblioteca Nacional, tuvieron la oportunidad de examinar el manuscrito, lo que generó la propuesta de digitalizar la obra para preservarla y distribuir copias.

Polanía subrayó que la red de Bibliotecas Públicas del Huila desplegó esfuerzos para producir 42 copias, destinando una para cada una de las bibliotecas bajo su gestión. Enfatizó que una de las funciones fundamentales de la red es gestionar libros y documentos para enriquecer las bibliotecas locales, convirtiéndose en custodios del patrimonio literario y promoviendo el acceso a obras valiosas como «La Vorágine«.

Desde su perspectiva, Polanía expresó su interés en buscar recursos adicionales para ampliar la distribución de estas copias, resaltando la importancia de que el legado de José Eustasio Rivera llegue a un público más amplio. Concluyó destacando el papel esencial de las bibliotecas públicas como guardianes de la memoria y el patrimonio cultural, promoviendo la apreciación de documentos valiosos dentro de estos espacios comunitarios.

El legado de Rivera

La importancia de este hallazgo va más allá de la mera adquisición de un documento antiguo. Isaías Peña Gutiérrez, escritor y experto en la obra de Rivera, señala la vigencia de sus temas en la actualidad. «La Vorágine sigue siendo relevante en un contexto donde se debaten las economías extractivas y la relación entre el centro y la periferia. La obra de Rivera nos ofrece una mirada profunda a temas sociales, políticos y, sobre todo, a la historia de amor que la atraviesa».

Al referirse a la posesión del manuscrito original, Peña Gutiérrez compartió su sorpresa al conocerlo hace más de dos décadas, gracias a la amabilidad de Sergio Calderón Rivera, descendiente de José Eustasio Rivera.

Este encuentro marcó el inicio de un proceso en el cual Peña Gutiérrez se ofreció como intermediario para garantizar que el original reposara en un lugar seguro y estuviera accesible al público. A pesar de los esfuerzos por negociar directamente con el departamento y la Universidad Central, ninguna de las dos entidades aceptó la responsabilidad, llevando finalmente la obra a la Biblioteca Nacional.

Peña Gutiérrez relató su conversación con Sergio Calderón Rivera, propietario del manuscrito original, y cómo juntos abordaron a la directora de la Biblioteca Nacional de la época, Ana Roda. Esta última reconoció el valor del tesoro literario, aunque lamentó que la región no compartiera de manera unánime esta percepción. Sin embargo, gracias a sus gestiones, el manuscrito fue digitalizado y puesto a disposición del público, permitiendo que la gente acceda a este valioso patrimonio literario.

Por otro lado, Peña Ramírez enfatizó que el manuscrito recuperado, que se encontraba en un cuaderno de contabilidad, es solo una parte de la novela. Además, reveló un detalle fascinante: apenas dos días antes de su muerte, Rivera estaba trabajando con un editor y descubrió un error en la quinta edición de 1928, lo que demuestra su dedicación continua a perfeccionar su obra hasta el final de sus días.

El rescate de estos documentos representa no solo un tributo al legado de José Eustasio Rivera, sino también un recordatorio de la importancia de preservar la memoria cultural de Colombia. La iniciativa de la red de Bibliotecas Públicas del Huila es un ejemplo de cómo la colaboración entre instituciones puede enriquecer nuestro patrimonio literario y promover el acceso a la cultura en todas sus formas.

El escritor y su nombre en el tiempo

Un 19 de febrero de 1888, vio la luz el maestro Rivera, un ícono de la literatura hispanoamericana, colombiana y, con orgullo, huilense. José Eustasio Rivera, hijo de Eustasio Rivera y Catalina Salas, nació en San Mateo, hoy municipio de Rivera. En su infancia, destacó por su habilidad para escribir, especialmente en la composición de poemas. Más tarde, se trasladó a la capital de la República para continuar sus estudios secundarios y graduarse como doctor en Derecho y Ciencias Políticas a la temprana edad de 29 años.

En homenaje a este distinguido escritor, San Mateo adoptó el nombre de Rivera en 1943, mediante una ordenanza de la Asamblea Departamental del Huila.

En el centenario del natalicio de Rivera Salas, la Fundación para la Enseñanza y Promoción de los Oficios y las Artes, Tierra de Promisión, creó la Bienal Nacional de Novela ‘José Eustasio Rivera’. Desde 2012, se institucionalizó como internacional.

La muerte de Rivera, a los 40 años en Nueva York, Estados Unidos, marcó el inicio de un recorrido póstumo de su cuerpo embalsamado durante un mes y nueve días por diversos lugares. Finalmente, sus restos descansan en el Cementerio Central de Bogotá, donde fue sepultado el 9 de enero de 1929.

Su memoria continúa inspirando y enriqueciendo la cultura y la literatura colombiana.

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