GERARDO ALDANA GARCÍA
Cuando no se sabe a dónde ir, se llega a cualquier lugar. La máxima que se aplica con justeza en enfoques de planificación y administración de empresas, proyectos y la propia vida de los individuos, es también fuente de inspiración en la formulación de políticas públicas, cual es el caso del Plan Decenal de Cultura en las regiones de Colombia, cuya naturaleza es la de ser instrumento de visión de futuro que recoge el sentir de las personas del territorio, plasmado estratégicamente en un compendio de metas, acciones y recomendaciones para resolver problemas y aprovechar fortalezas y oportunidades en el sector cultural en un periodo de diez años. Para el caso del Huila, hace un par de semanas ha iniciado su concertación entre las comunidades huilenses vertidas en reuniones subregionales que ya se han cumplido en los municipios de Pitalito, en el sur, en Garzón para el centro, en La Plata en occidente y en Aipe con localidades del norte. Resulta de capital importancia comprender que, el concepto de cultura de hoy al tenor de la Constitución Política de 1991 y la Ley 397 de 1997 se define como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a los grupos humanos y que comprende, más allá de las artes y las letras, modos de vida, derechos humanos, sistemas de valores, tradiciones y creencias. Tan solemne e incluyente definición de lo que es la vida de un individuo en colectivo social, permite colegir claramente la oportunidad que tiene una nación y sus regiones, en acudir a la cultura que, como elemento identitario tiene la capacidad de fortalecer el arraigo y la pertenencia que se requieren para ser competitivos en las economías glocales en las que se interactúa. Un ejemplo de ello es el Departamento de Antioquia en donde ser paisa es significado de pujanza, de esfuerzo, de emprendimiento y calidad. Contrario sensu y lastimosamente en el Huila sus comunidades no hemos podido superar un injusto mote que nos identifica como celios en una asociación con la lentitud, la falta de capacidad de trabajo en equipo y la negatividad para superar dificultades. Y digo que es injusto porque más allá de esta aciaga fama, el Huila no solo de hoy sino de hace más de un siglo, tiene enormes muestras de capacidad empresarial, las que no busco detallar en la presente columna, por ser justamente una pródiga serie. Un huilense que se siente pleno de sus aires folclóricos, de su gastronomía, de su producción cafetera, piscícola y de cacao, de la riqueza biótica, es alguien proclive a coadyuvar a posicionar la región en el contexto nacional e internacional.Y es por ello por lo que, la formulación de este Plan Decenal de Cultura convoca a todas las fuerzas vivas del territorio; la educación, el medio ambiente, el agro, la ciencia y la tecnología, la productividad y competitividad, el turismo, las minorías poblacionales, las manifestaciones religiosas, etc, están llamadas a participar en la concertación de tan magnífica herramienta de prospectiva de largo plazo. No es gratis que tantos países en el mundo como por ejemplo en Europa vivan de las manifestaciones culturales y patrimonio material que durante siglos generaciones pretéritas construyeron como un legado que todos los gobiernos, sin importar su origen partidario o ideológico, mantienen intacto para el bien común. Por supuesto que los actores propiamente ligados tradicionalmente a la cultura y la expresión artística deben estar en este laboratorio con sus instancias como los Consejos Municipales de Cultura, Consejo Departamental de Cultura, Consejo Departamental de Patrimonio, las minorías poblacionales con sus rasgos identitarios. EL Plan Decenal de Cultura está llamado, ante todo, a ser instrumento para a convivencia y la paz, con soportes de equidad y compromisos socioeconómicos entre los huilenses.Se reconoce el mérito al gobierno departamental a instancias de la Secretaría de Cultura que viene liderando la formulación de este plan en articulación con las alcaldías municipales.