Este año se va a realizar el censo de las empresas formales e informales que existen en Colombia. El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, no ha dudado en catalogar este inventario empresarial como el “hito más importante del año que está comenzando”. Y en realidad lo será.
Así como el censo rural que se hizo en el pasado gobierno nos brindó una fotografía actualizada del sector rural colombiano, que tenía un atraso de cuarenta año, éste, el empresarial, nos debe suministrar información invaluable sobre cómo están las unidades empresariales a nivel urbano y rural, formales o no, que existen en Colombia. Información esencial, entre otras cosas, para cuando se pongan en marcha las estrategias que habrán de reparar los estragos empresariales que dejará la pandemia. Una de cuyas nefastas secuelas es haber dejado tendidas en el campo de batalla a muchas unidades productivas. Este tipo de censo hace treinta años no se realiza en Colombia.
Las empresas de todos los tamaños son el nervio de la actividad económica y social. Si bien es cierto las medianas y pequeñas son las que más empleo generan, las de tamaño mayor son claves en las exportaciones y en la asimilación tecnológica. Todas son importantes. Y todas van a ser inventariadas con este censo que debe arrojar una formidable radiografía de esa red de empresas que mueven al país.
¿Cuántas son? ¿A cuanta gente emplean? ¿Qué penurias han sufrido durante la pandemia? ¿Cuánto les pesan las cargas laborales y tributarias? ¿Cómo son exactamente las unidades empresariales informales de las que tanto se habla, pero de cuyos perfiles socio económicos poco se sabe? ¿Cómo es la formación profesional que tienen o del que carecen sus empleados? ¿Cómo se podría visualizar una política eficaz de formalización? ¿Dónde están
ubicadas geográficamente las empresas? ¿Cuáles son sus vínculos con la generación de empleo? Todas estas informaciones y muchas otras deberá suministrarlas este censo cuyos resultados -según el director del Dane- estarán listos para el tercer trimestre del 2021.
Preocupa sí que los recursos necesarios para realizarlo no los ha entregado todavía en cuantía suficiente el ministerio de Hacienda. Se repite la misma historia que con el censo rural: hubo que sacarle con tirabuzón al Ministro de entonces la plata para realizarlo.
En el año 2021 se supone que deberán realizarse en el país dos importantes reformas: la tributaria que ahora piadosamente se le llama reforma fiscal y la de asuntos laborales. Para ambas el censo empresarial suministrará insumos de gran utilidad.
La recuperación de la economía en este año va a ser más lenta de lo que estaba previsto. Se pensaba que el 2021 sería el año del gran salto adelante. Algunos pronósticos anticipaban, quizás con más optimismo que realismo, que a finales del 2020 tendríamos una contracción en el PIB que rondaría entre -8% o -10%, pero que en el año en curso tendríamos crecimientos del PIB positivos entre + 5% y +6%. Hoy sabemos que las cosas no van a ser tan sencillas.
Los nuevos confinamientos que ha sido preciso decretar, la tardanza en la campaña de vacunación, el difícil contorno internacional que se ha agravado durante las últimas semanas, son indicios todos que este año -si bien debe ser mejor que el pasado- va a arrojar resultados mucho más discretos de lo que se esperaba.
El censo empresarial que inicia el Dane nos servirá entonces para saber mejor y más documentadamente dónde estamos parados. Y en qué condiciones dejará al tejido empresarial del país la terrible pandemia.