Por: Santiago Ospina López
Los Juegos Olímpicos de París 2024 son periódico de ayer, y con ellos, la moda deportiva que tan rápido como llega al país, desaparece. Nuestros deportistas regresaron con cuatro medallas, tres de plata y una de bronce. Y como ya es costumbre, el gobierno de turno no esperó para colgarse de sus logros y vendérnoslos como uno propio, esforzándose por ocultar que estos triunfos son resultado principalmente del esfuerzo y sacrificio de nuestros atletas y sus familias.
Es desconcertante que un gobierno progresista proponga recortar el presupuesto para el deporte en un 66% para 2025, y que lo haga en plenos Juegos Olímpicos. Con el presupuesto actual de 1.3 billones de pesos siendo ya insuficiente, reducirlo a 400.000 millones es un acto denigrante y en ningún caso progresista, especialmente si pensamos en los talentos que emergen sin apoyo o en condiciones de vulnerabilidad.
Por otro lado, me parece irónico que en un país como Colombia, donde la violencia ha sido nuestro eterno cáncer, el deporte, probado como una herramienta eficaz para combatirla, siga siendo tan secundario en los planes de desarrollo. El gasto estatal aumenta, pero el presupuesto para el deporte disminuye. ¿Qué pasa por la cabeza de los políticos que deciden esto?, Y quienes pagamos impuestos ¿nos sentimos satisfechos viendo que nuestro erario se distribuye de esta manera?
Pienso que es necesario que el gobierno, y me refiero no solo a este y sino también a los futuros, reevalúen sus prioridades presupuestales. Hoy, un político colombiano gana lo mismo que un alto cargo en una multinacional, esto sin importar la mediocridad de sus resultados. Por el contrario, nuestros deportistas ven diariamente cómo sus sueños se desvanecen por no poder costear un tiquete aéreo o la estadía en un hotel, y esto es un secreto a voces. En un país en busca de paz, estas situaciones la quebrantan.
A la par de la educación y la salud, el deporte no debe ser desfinanciado jamás; al contrario, se deben explorar fórmulas innovadoras que permitan obtener más capital para su inversión y desarrollo. Involucrar al sector privado es una solución apenas lógica si queremos aumentar el presupuesto para el deporte sin que aumenten a la par los impuestos del ciudadano común.
Permitir que las empresas deduzcan impuestos al apoyar a deportistas de regiones vulnerables, o por invertir en infraestructura deportiva, sería, desde mi punto de vista, la solución idónea para generar un verdadero cambio en pro de la industria. Incluso, se podrían ofrecer beneficios fiscales de manera masiva a las empresas que financien programas de desarrollo deportivo o becas para jóvenes atletas, o atletas en discapacidad, por ejemplo.
¿Se imaginan cuánto podría mejorar el deporte en Colombia, en solo una década, si se desarrolla de manera óptima? Mejor rendimiento, instalaciones de calidad y más logros y medallas no serían un sueño, sino una realidad.
Con el aroma de un café huilense, los saludo,
Santiago Ospina López
