DESHOJANDO MARGARITAS
Por Margarita Suárez
La inseguridad en Neiva, nuestra ciudad capital, se está volviendo cada día más preocupante. Los ladrones, raponeros, cacos, choros, atracadores, malandros, en fin, llámenlos como quieran, se descararon. No pasa un día sin hechos que lamentar en materia de inseguridad, no sólo en las noches sino a plena luz del día. El domingo pasado alrededor de las 5 pm, tres locales del centro de la ciudad fueron apedreados, rompiendo los vidrios de los negocios con el claro objetivo de abrirlos y robar lo que encontraran. Afortunadamente un vecino que tenía su almacén abierto los espantó a punta de gritos. Salió en su moto a perseguirlos, pero no los alcanzó. Pienso que se puede considerar afortunado, porque si los atrapa y les hace daño, se mete en un lío de padre y señor mío. Según dice el abogado penalista Iván Cancino, sobre lo ocurrido con un señor que atropelló con su carro a dos hombres que le robaron su celular y huyeron en moto, en dicho caso no se puede alegar “legítima defensa”. Teniendo en cuenta la normatividad vigente en Colombia, asegura el prestigioso jurista que “independientemente del delito de hurto, la víctima terminó convirtiéndose en victimario y que no actuó en legítima defensa puesto que cuando embistió a los ladrones su vida ya no corría riesgo”. Dice que el conductor del carro se vengó, pero no se defendió. Mucha gente considera acertado el actuar del conductor del carro, sin embargo, un principio general del derecho que reza “la ley es dura, pero es ley”, explica esta situación. Su reacción ha sido entendida como desproporcionada porque la propiedad privada NO es más importante que la vida. Esta puede ser una de las muchas razones para que los amigos de lo ajeno no teman a la retaliación de las víctimas y se relajen en sus fechorías. También ocurre que en nuestro país las personas que sufren un asalto en su negocio, en la calle o en su casa de familia, en la mayoría de los casos no denuncian por el peligro a que se exponen. De todos modos, el tema de inseguridad empieza por la falta de una política efectiva al respecto. A las autoridades les corresponde trabajar más en este asunto, desde luego con apoyo de la ciudadanía, para intentar disminuir este flagelo. ¿Quién le pone el cascabel al gato?
