Diario del Huila

Invasión de terrenos, un camino equivocado

Ago 29, 2022

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Por: Gerardo Aldana García

En uno más de los cientos de episodios de invasión de tierras a nivel país, Neiva, en el corredor que del casco urbano de la capital huilense conduce al corregimiento de El Caguán, vive desde hace una semana, la incursión de cerca de 700 personas que han tomado arbitrariamente posesión de un terreno de topografía plana. Se trata de una finca a bordo de la carretera pavimentada que, según información de medios, es propiedad de un ciudadano que viene cumpliendo con las obligaciones tributarias inherentes al derecho y uso de la propiedad que impone la Constitución Política de Colombia. Este predio está justamente ubicado sobre la proyección de la Avenida Max Duque que conecta el desarrollo urbanístico de la zona sur conocida como Neiva La Nueva con El Caguán, El Triunfo y el Municipio de Rivera, el cual representa un gran esfuerzo del sector privado de la construcción y, debo decir, también del gobierno local que, en las dos últimas décadas, ha adaptado y proyectado su esquema de ordenamiento territorial para hacer que esta cara de Neiva se vea bella, funcional, estética e incluyente. Este corredor que representa una clara, práctica y muy recurrida alternativa de circulación entre Neiva y la zona turística de La Ulloa y Rivera así como su conexión con el centro y sur del Departamento, que desde la perspectiva de desarrollo está prevista para ser erigida a una doble calzada, con nuevas ofertas de vivienda y espacios visuales de paisaje y recreación, con ciclo vías, etc., se encuentra hoy amenazado por la incursión masiva de los ciudadanos que buscan un terreno mediante un proceder altamente preocupante para la comunidad en general.

La verdad que da tristeza, desconcierto y hasta miedo pasar frente a la invasión a la que sus creadores ya han bautizado como Asentamiento Gustavo Petro, sin duda en una táctica mediática para echar mano de lo que fue el predicado de expropiación propuesto por el candidato hoy presidente, interpretado como una licencia para recurrir a este tipo de acciones. La finca estaba en el monte, dicen algunos de los invasores, que con admirable rapidez han procedido a delimitar pequeños lotes de terreno, erradicando de allí malezas y prendiendo hogueras cuyas flamas y humo calientan más la villa de Don Diego de Ospina y Medinilla, ahora en verano, fundiéndose en el fragor de la contienda entre invasores y efectivos del Esmad, arrojando saldo de heridos de parte y parte, vaticinando, ojalá no ocurra, una tragedia mayor con saldo de muertos. La situación representa una de las tantas aristas de este prisma que es el país Colombia: ciudadanos sin tierra, sin vivienda y también de ciudadanos con casa, moto o carro y empleo, que se aprovechan de estos mecanismos para hacerse a un pedazo de terreno que en breve, cuando la invasión logra asentarse, venderlo por una suma determinada, con una ganancia ocasional sobre un bien por el cual no tuvo que pagar ni un solo peso para su adquisición. Llama mucho la atención que cuando la Personería Municipal de Neiva propuso a los invasores suministrar la información de su identificación a fin de perfilar un estudio que pueda sugerir la vocación de ellos con perfil de beneficiarios del programa de adquisición de tierras dentro de los cánones legales, se hayan negado bajo argumentos de reserva de su identidad. La legislación colombiana tiene normatividad marco para que sus ciudadanos accedan a mecanismos formales que les permitan hacerse a una propiedad de terrenos para dinámicas productivas. Y si es para vivienda, igualmente tiene normatividad y sendos programas en los que hay concurrencia de los gobiernos nacional, departamental y municipal, amén de cooperación internacional y ONGs. El tema es que, de no darse solución al asunto, Neiva tendrá un nuevo asentamiento que se suma a los más de ciento veinte actualmente establecidos con antigüedad entre veinte y treinta años, matizados por la constante de pobreza, microtráfico de estupefacientes, diversos flagelos de delincuencia, prostitución, abuso y demás consecuencias nefastas que trae este tipo de soluciones nacidas desde una práctica originada en los desequilibrios sociales y económicos que vive Colombia, un país que en lugar de avisparse, parece cada día volverse más bobo.

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