Por: Álvaro Hernando Cardona González
Es muy evidente que, por todo Colombia, vienen ocurriendo invasiones de predios, rurales e incluso urbanos, por personas que dicen que lo hacen “porque no tienen” dónde vivir. Para agravar la situación, esta práctica ya está ocurriendo sobre áreas rurales definidas como protegidas y estratégicas para la conservación de los recursos naturales y el medio ambiente (que no sobra recordar, son indispensables y son insustituibles para la vida y la salud de los propios invasores).
Estos hechos ocurren acompañadas de cosas extrañas: empezaron por los predios privados, por predios rurales no construidos; luego siguieron por predios urbanos; luego por construcciones en predios rurales; y ya están ocurriendo sobre áreas de importancia ambiental. Las invasiones aumentan y el Gobierno Nacional, no solo no logra pasar de los discursos a una acción contundente contra el irrespeto de la propiedad, sino que tampoco logra articularse con las entidades territoriales que están siendo superadas en sus capacidades. Los invasores no actúan sobre bienes de uso público en las áreas urbanas, tales como parques, avenidas, campos deportivos, cinturones verdes de poblaciones, o similares. Tampoco, por supuesto, las invasiones ocurren, hasta ahora, sobre edificios públicos (alcaldías, gobernaciones, centros de salud, coliseos, etc).
Recordemos lo sencillo que es identificar la propiedad ajena: uno puede no saber de quién es eso o aquello, pero uno siempre tiene la certeza de qué es de uno. Uno puede no saber de quién es esto, pero sin duda se sabe que no es mío y debo respetarlo: como quiero respeten lo mío. ¿Cómo voy a exigir un derecho, si no cumplo mis deberes primarios?
¿De dónde surgen todos los que ahora dicen que necesitan dónde vivir? ¿Dónde estaban? ¿Dónde procrearon y levantaron a todos los niños que aparecen en las invasiones?
Es obvio que, si no se respeta la propiedad privada, tampoco se respetará la propiedad pública. Ya no se respetan los templos de diversas religiones.
Los recursos naturales (art. 63, 102 y 332 de Constitución Política) son de propiedad pública por regla general. Especialmente los renovables, como el agua, el aire, la fauna, la flora, el suelo o el paisaje pertenecen a la Nación (a los colombianos).
Seguramente nadie en este planeta niega que gracias a los recursos naturales que hacen parte del ambiente natural, somos seres humanos, vivimos con salud o sin ella, e incluso, que gracias a ellos tenemos determinado nivel de vida. Mucho más lo entienden quienes tienen vocación agropecuaria. Es inexplicable e injustificable entonces se invada lo ajeno, lo de todos.
Invadir el ambiente es invadir a la humanidad. El Estado debe impedir estas invasiones: atentan contra la vida y salud de toda la humanidad.