Una joven garzoneña ha atrapado nuestra atención y merece hoy nuestro reconocimiento por su persistencia y dedicación a las artes plásticas, luego de haber alcanzado algunos parámetros del conocimiento académico en la Universidad del Cauca, donde concentró su preparación para esa jornada que ha canalizado desde su infancia: la pintura, y especialmente el retrato.
En la muestra pictórica que ha realizado y que se puede observar en una pequeña galería que esperamos sea reconocida como fuente de apoyo y de incentivo para todos los artistas y que crezca día a día, saboreando un buen café de nuestra región, con un distintivo inglés que deberíamos rebautizar algún día: COFFEE STAR, ubicado en el centro del municipio de Garzón, se encuentra la exposición de KAREN CORREDOR que ha titulado “OTREDAD”, y pretende la artista enseñarnos como a partir del retrato podemos concebir una idea estética de la belleza y de la singularidad del otro.
“El retrato encierra un hecho algo más que curioso, el miedo a no ser recordado y al olvido, de allí que culturas antiguas llamaran al retrato: el doble. El arte nos permite de manera particular pensar situaciones de la vida que de otra manera no lo haríamos, nos conduce a replantear ideas, pero en principio a tener un dialogo con nosotros mismos.”
Esta es una de las leyendas que se encuentran en los murales de la exposición y Karen se identifica con ellas, al saber, reconocer y entender que el retrato y las manifestaciones artísticas que ello encierra, la conducen por todo ese mundo intrincado del otro, de buscar similitudes o diferencias, de encontrar que somos o no somos todos iguales y que hay un mundo que nos va abriendo la brecha de las diferencias y de las aproximaciones y vale la pena recorrer su exposición y enfrentar el reto que de ella podamos entender.
En ese proceso, hemos considerado que el retrato, que el otro, que la visión que logramos construir de quienes son nuestros pares o nuestros iguales dentro del contexto de nuestra condición humana, son aproximaciones que terminan por dimensionar nuestras propias falencias y nos llevan, sin lugar a dudas a reconocer que todos nos complementados en el otro, nos llenamos de ese imaginario que representa para cada uno, ese par o esa singularidad que se desprende de quien está cerca o quien está ajeno y distante o que nos igual a cada uno de nosotros, no solamente porque no se encuentra dentro de nuestra mismo cuerpo, sino porque hace parte de otra dimensión que a ratos no queremos aceptar o concebir.
Es que el otro tiene su mundo, sus sueños, sus ideales. Es que yo tengo mis sueños, vivo mi mundo, busco mis ideales. Y en esa medida en la que uno y otro nos asimilamos, nos identificamos o nos buscamos, es que es posible que lleguemos a ese estadio de la convivencia, de la confraternidad y del entendimiento social, es decir que hagamos sociedad.
Recordemos que en la medida en la que todos nos comprometamos con el otro, en la medida en la que todos entendamos nuestra posición y nuestra situación que trascienda la espiritualidad y rebase esta odiosa realidad, no como reflejo de un espejo de las cosas sin sentido, entenderemos que el arte dejará una huella imborrable en nuestras vidas, y que ese arte tiene muchas manifestaciones para expresarse, para llegar a cada uno de nosotros.
Parece que en la diferencia es que nos aproximamos y nos identificamos, pero en esa diferencia que no queremos aceptar pero que vemos en el otro, es que nos enfrentamos para superar nuestras falencias o quizá para comprender las falencias, las angustias, las tristezas, las desesperanzas de los otros, y por qué no, de nosotros mismos.