Alberto Abello
La feroz contienda entre Rusia y Ucrania, que parecía un asunto de guerra civil, involucra a otros países y sus consecuencias se sienten en casi todas partes, lo que demuestra que en la aldea global las consecuencias del demencial desencuentro parecen rondarnos a todos. Los dos países son proveedores de alimento en diversas partes del globo y al fallar sus exportaciones los precios del trigo y de otros productos están por las nubes y Rusia es una poderosa nación petrolera. Cuantos apoyan a uno y otro bando, directa o clandestinamente, están inmersos en una áspera división mundial. Como pasó con la Guerra Civil española, estamos en un campo experimental y se prueban toda suerte de armas.
Los drones y misiles seducen la mente de los violentos, lo mismo que a los teóricos del orden. En ambos casos, y en el futuro, no faltarán los terroristas que los empleen contra las fuerzas del orden y a la inversa. Hemos visto hileras de sofisticados tanques y vehículos blindado de asalto, que parecían indestructibles, arder y sus tripulantes morir. Estados Unidos y la Unión Europea, envían armas a Ucrania, varios países, entre otros España, entrenan a los ucranianos en el manejo de armamento sofisticado. Aviones y barcos, centrales eléctricas, arden. Tanques rusos capturados a sus contrarios, son modificados, mejorados y usados contra sus antiguos dueños.
Hasta el momento Zelenski participa en el drama y se juega la vida en la crudelísima confrontación. Por lo pronto, ha ganado la disputa en lo que se refiere a la propaganda. Lo que no es lo mismo que ganar la guerra. Pese al duro castigo recibido por cuenta de los constantes bombardeos a las ciudades, se mantiene la voluntad de lucha. Lo que afirmaba Carl von Clausewitz, sobre la guerra, en el siglo XIX, sigue teniendo vigencia, pera ganarla se debe quebrar la voluntad del enemigo. En otras guerras ejércitos muy bien armados han perdido la pierden, cuando sus soldados sin mística dejan las armas abandonadas y desertan. Mientras estemos hablando de la guerra clásica, siempre está el fantasma de lo impensable rondando. A partir de la Segunda Guerra Mundial, apareció el dogma del “paraguas nuclear”. Se trataba no tanto del ideal de “la paz perpetua” de Kant, sino de los límites bélicos.
Por cuenta de la guerra entre Rusia y Ucrania, los estrategas y geopolíticos vuelven a tener vigencia ya que hacen sus cálculos y adelantan sus teorías sobre la evolución del conflicto. Temen que de un momento a otro se caiga en la locura de utilizar las armas nucleares. Eso sería devastador y hacemos votos para que no ocurra, más no es imposible. Siguiendo el clásico postulado de Carl Schmitt: en política el enemigo es aquel que nos quita el aire que debemos respirar, por lo que su amenaza es mortal. Y agrega que no es enemigo el que quiere, ni el que nos insulta, sino el que puede. Esos términos se aplican para señalar la diferencia entre los extremos de los actores políticos. Extremos que pueden surgir de visiones del mundo contrapuestas y entre seres pacíficos, más irreconciliables. Tal como en gran parte se dio en la Segunda Guerra Mundial por cuenta de dos ideologías en pugna como el fascismo y el comunismo, en tanto la democracia en otros países luchaba por sobrevivir, siendo decisivo el papel de los Estados Unidos e Inglaterra, para inclinar la balanza. Hoy, tenemos a la China, Irán e Israel, cuyos arsenales son de los más sofisticados y Japón tiene un potencial enorme.
Se pensaba que con la ONU y con los grandes acuerdos por la paz, que casi todas las naciones del globo han suscrito, se conjuraba la posibilidad de la guerra. Mas hemos visto como en el siglo XX y XXI, los cañones truenan de nuevo y la amenaza del conflicto nuclear espanta al mundo. Y en vez del cacareado desarme, los países destinan grandes suman de dinero en la compra de material bélico de alta tecnología. Con mayor razón, naciones como Colombia y los países hermanos debemos esforzarnos por defender la paz y la política como arma de persuasión, confrontación de ideas y proyectos, lo que se ha esfumado de nuestro medio, donde en algunos días mueren más personas asesinadas que en Ucrania.