El término “big tech”, se ha vuelto pan de cada de día, a propósito del cierre de las cuentas de Twitter, Facebook e Instagram del presidente de Estados Unidos. Cierre que se originó, según se conoció en los medios, por las publicaciones donde este incitó a sus seguidores a la violencia, tras los disturbios presentados en el congreso estadounidense, mensajes que según Twitter y Facebook transgredieron las políticas de estas plataformas.
Se conoce como “big tech”, a las cinco grandes empresas tecnológicas (Microsoft, Apple, Facebook, Alphabet y Amazon), que cuentan con una red de operación mundial apoyadas en su amplia base de usuarios, en su capital, y en el “uso” del big data. Estas empresas juegan un papel decisivo en la economía, la cultura y lo más preocupante, tienen la capacidad de incidir para bien o para mal, en la política de los países avanzados y por supuesto en la de los países emergentes, con las graves consecuencias que esta intromisión representa.
Estoy de acuerdo con la decisión de cierre de las cuentas que tomaron las redes sociales, por el contenido del mensaje, a toda luz inadecuada e inoportuna por el momento que vive en el país del norte. Sin embargo, vale la pena revisar, si se está aplicando el mismo racero a todos los usuarios de estas redes, y si se está controlando a usuarios, líderes de opinión y políticos del mundo, que por las mismas plataformas, polarizan a los pueblos, generan violencia y malquerencia entre muchos incautos, que no procesan la información que circula en la red.
Es en este punto, donde tenemos que preguntarnos, si estas empresas pueden seguir siendo “ruedas sueltas”. Empresas que se caracterizan por ser transnacionales, de capital privado, con amplia cobertura mundial, que recopilan, analizan, utilizan y venden nuestra información y se han convertido por fuerza del confinamiento y con la anuencia de todos, en monopolios que imponen la ley del más fuerte y que juegan con la privacidad de sus usuarios. Siento que les hace falta y con urgencia, mayor regulación por parte de los estados. Creo que esta discusión va más allá de la libertad de expresión, es hora de ponerlos en cintura y cubrirnos de riesgos relacionados con la gobernanza de las naciones, el control de los procesos, la gestión del riesgo, la competencia injusta, y la más importante de todas: la privacidad de la humanidad.