Por: Carlos Tobar
Se aproximan las elecciones regionales donde los ciudadanos elegiremos, gobernadores, alcaldes, diputados y concejales. Serán el 29 de octubre de este año. Las inscripciones de candidatos tendrán como fecha límite el 29 de julio. Es decir estamos a un poco más de dos meses para que se decanten las aspiraciones.
Estas elecciones tienen un tono diferente a las anteriores, al menos en forma, porque el gobierno en ejercicio procede de una vertiente política diferente a las que tradicionalmente han dominado la liza política.
En la práctica, pareciera que nada hubiera cambiado, se están usando las mismas mañas de la política tradicional. Especialmente, porque una vez ungido presidente, Gustavo Petro, tuvo que recurrir al viejo esquema de los gobiernos de “unidad nacional” para, con parlamentarios integrantes de partidos que en la elección presidencial fueron sus contradictores, conformar las mayorías de gobierno.
Una unidad de ese tipo, más que ideológica y política, se tornó en un acuerdo burocrático mediado por la participación de sus contradictores en parcelas de los cargos gubernamentales. Así, partidos como el Liberal, la U y (sorprendentemente) los conservadores, recibieron ministerios, viceministerios, gerencias, direcciones y jefaturas en niveles intermedios.
Durante la aprobación de la Reforma Tributaria, la más ambiciosa aspiración inicial del gobierno Petro, la coalición funcionó como una maquinaria aplastante. Se utilizó la experiencia de Roy Barreras, un curtido parlamentario de largo recorrido partidario, y el reconocimiento de uno de los tecnócratas más reconocidos del país, José Antonio Ocampo, para obnubilar al congreso y a la ciudadanía, sobre la imagen de un “gobierno responsable”. Aunque algunas de las medidas mostraban las “orejas del lobo”.
La crisis de la coalición de gobierno se produjo cuando las promesas de cambio del gobierno se empezaron a tramitar en el primer semestre de este año. Se detonó la unidad de la aplanadora del gobierno con la discusión de la Reforma a la Salud. La sensatez del gobierno cayó hecha pedazos, con la propuesta regresiva de dicha reforma. Uno a uno, los partidos de gobierno se han ido desgranando, a medida que las otras reformas la Laboral y la Pensional se han ido presentando. Primero fue el Partido Conservador, luego el de la U y finalmente el Liberal con las vacilaciones causadas por la ansiedad que genera la “mermelada” gubernamental.
El panorama de las plenarias parece sombrío. La estrategia del gobierno de pelear voto a voto directamente con los parlamentarios ‘disidentes’ no parece tener futuro.
Con estos antecedentes vamos a entrar a las elecciones regionales. Tal parece que se pueden convertir en un plebiscito contra el gobierno. No solamente será, en extremo compleja, la discusión de las reformas en el parlamento, sino que las coaliciones regionales y locales, pueden tomar el cariz de una confrontación entre gobiernistas y antigobiernistas.
Con un país en medio de una crisis social supremamente grave que, está exigiendo políticas de alivio a sus apremiantes necesidades insatisfechas y, con un desprestigio muy grande de la clase política, la olla de vapor del país nacional verá atizado el fuego.
