Con sorpresa de cara positiva hemos leído la reciente autocrítica pública que, uno de los mejores economistas de la actualidad, Angus Deaton, premio Nobel, ha realizado de la mayoría de sus ideas defendidas a lo largo de décadas. Publicada, en el portal del Fondo Monetario Internacional – FMI, organismo multilateral impulsor de las políticas que critica, abre una discusión sana que en países como el nuestro debemos abrazar con la importancia que tiene. Oigamos a Deaton:
“No predijimos colectivamente la crisis financiera y, peor aún, es posible que hayamos contribuido a ella a través de una creencia demasiado entusiasta en la eficacia de los mercados, especialmente los mercados financieros cuya estructura e implicaciones entendíamos menos bien de lo que pensábamos.”
“…los economistas, que han prosperado enormemente durante el último medio siglo, podrían ser acusados con justicia de tener intereses creados en el capitalismo tal como opera actualmente.”
“Nuestro énfasis en las virtudes de los mercados libres y competitivos y del cambio técnico exógeno puede distraernos de la importancia del poder para fijar precios y salarios, elegir la dirección del cambio técnico e influir en la política para cambiar las reglas del juego. Sin un análisis del poder, es difícil entender la desigualdad o muchas otras cosas en el capitalismo moderno.”
“…a diferencia de los economistas, desde Adam Smith y Karl Marx hasta John Maynard Keynes, Friedrich Hayek e incluso Milton Friedman, en gran medida hemos dejado de pensar en la ética y en lo que constituye el bienestar humano. Somos tecnócratas que nos centramos en la eficiencia. Recibimos poca formación sobre los fines de la economía, sobre el significado del bienestar (…) o sobre lo que dicen los filósofos sobre la igualdad.”
“La eficiencia es importante, pero la valoramos por encima de otros fines. … cuando la eficiencia va acompañada de una redistribución hacia arriba (…), nuestras recomendaciones se convierten en poco más que una licencia para el saqueo.”
“Como la mayoría de la gente de mi edad, durante mucho tiempo consideré a los sindicatos como una molestia que interfería con la eficiencia económica (…) y agradecí su lenta desaparición. Pero hoy las grandes corporaciones tienen demasiado poder sobre las condiciones laborales, los salarios y las decisiones en Washington, donde los sindicatos actualmente tienen poca voz en comparación con los lobbystas corporativos. Los sindicatos alguna vez aumentaron los salarios de sus miembros y no miembros, fueron una parte importante del capital social en muchos lugares y llevaron poder político a los trabajadores en el lugar de trabajo y en los gobiernos locales, estatales y federales. Su declive está contribuyendo a la caída de la participación salarial, a la creciente brecha entre ejecutivos y trabajadores, a la destrucción de comunidades y al aumento del populismo.”
“Soy mucho más escéptico respecto de los beneficios del libre comercio para los trabajadores estadounidenses e incluso soy escéptico ante la afirmación, que yo y otros hemos hecho en el pasado, de que la globalización fue responsable de la enorme reducción de la pobreza global en los últimos 30 años.”
Queda abierto el debate.
Neiva, 11 de marzo de 2024