Diario del Huila

La casa de los poetas

Feb 21, 2022

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La casa es una fuente de inspiración para artistas en diferentes disciplinas. La poesía es uno de los escenarios en los que los poetas dedicamos imágenes y sonidos para llenar los espacios de este habitáculo en el que transcurre la vida de hombres y mujeres, de vivos y muertos, de fantasmas y de musas que se ennovian con mortales para florecer en el vergel de vetustas u oníricas mansiones en las que se guarda la memoria y se esculpe el futuro incierto. En realidad, es un placer descifrar los matices con los que el poeta describe una casa; puede ser la suya o la de cualquiera. El hecho es que cada vate que dedica su obra a la casa, regala a la humanidad, también a los desposeídos, un lugar en el cual sentirse acogido y protegido en la intimidad que solo proporciona nuestra casa.  Por ello he querido compartir con los lectores, la obra de tres poetas, incluido el suscrito, quienes, desde diferentes aristas, leemos los perfiles y rincones de la casa, con sus huéspedes en vivaces o disimulados ritmos.

Empiezo con el venezolano y enorme poeta Eugenio Montejo con su poema: LA CASA: En la mujer, en lo profundo de su cuerpo/ se construye la casa,/ entre murmullos y silencios. Hay que acarrear sombras de piedras,/leves andamios,/imitar a las aves. Especialmente cuando duerme y en el sueño sonríe/ nivelar hacia el fondo,/ no despertarla;/ seguir el declive de sus formas,/ los movimientos de sus manos. Sobre las dunas que cubren su sueño en convulso paisaje, / hay que elevar altas paredes,/ fundar contra la lluvia, contra el viento,/años y años. Un ademán a veces fija un muro,/de algún susurro nace una ventana,/desmontamos errantes a la puerta y atamos el caballo. Al fondo de su cuerpo la casa nos espera/ y la mesa servida con las palabras limpias/para vivir, tal vez para morir,/ya no sabemos,/porque al entrar nunca se sale.

El siguiente poema de mi autoría tiene la deliciosa mixtura entre la mujer, sus pensamientos y la casa. LA CASA DE MI MUJER. En cada pensamiento de mi mujer hay una casa./ Está hecha de almíbar para colibríes./ Cuelga de su dintel, bendiciones matutinas./ Es una casa de fiesta,/ sobre todo,/ en noches de encendidos leños,/ cuando el fuego decanta el alma del vino.  Ella no lo sabe,/ me he construido un cuartito vecino de su casa./ Estoy muy cerca de descubrir ese rincón,/ en donde hace sus pensamientos. Fue el segundo domingo de mayo,/ justo después de despedir sus colibríes nectarados. / Cruzó cada muro de la inmensa casa./ Al entrar a su cuarto de misterio,/ una luz blanca lo llenaba,/ y en el fondo pincelado de azul marino,/ vi su cuerpo dibujado sobre el mío.

Finalmente, la poetisa española de la ciudad de Murcia, Concha Martínez Miralles, nos deja leer una casa que también puede atormentar y sin embargo es fiel al momento de guardar nuestros miedos o más fervientes anhelos.  LA CASA.  La casa guarda vapores que adormecen/ y raíces invisibles que suben de la tierra cada noche/ para atarte las muñecas mientras duermes. Odia los planos,/ los itinerarios y los mapas,/ que escupiría sin piedad de sus paredes/(si has de irte guárdate el secreto). Prefiere los sonidos de los pasos/ al remoto silenciar de las ausencias. Es hipnótica,/ tirana, irreverente./ Hay casas lobo que beben lunas llenas/ y conjuran el alma de sus hembras/ al obsesivo afán de su belleza.

 

 

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