En religión se necesita definirse y decidirse
El ambiente que nos rodea nos presenta la tentación fuerte de contagiarnos de sus teorías, manipulaciones y mensajes subliminales para crear por lo menos, la duda sistemática en la toma de decisiones en la vida personal, familiar, social, política y religiosa.
Donde no hay valores, donde se pregona el facilismo y la moral convencional, donde todo se maneja con encuestas hasta el antiguo pecado original y donde se manipula a Dios para obtener simples beneficios temporales, es explicable que como a los discípulos de Jesús nos parezca su lenguaje “inaceptable y duro”.
También en el Antiguo Testamento el caudillo Josué, sucesor de Moisés reunió a las tribus de Israel en Siquem, ancianos, jueces y magistrados, para que se decidieran entre servir al Señor o a los dioses extranjeros; la respuesta no se hizo esperar: “El Señor es nuestro Dios y a Él sólo serviremos”.
La gente que abandona a Jesús en Cafarnaúm, cuando les anuncia que se va a quedar como comida de vida eterna, es la misma que había sido alimentada por Él junto al lago, sino que incluso lo había querido proclamar como rey. Este detalle es muy sugestivo para nosotros hoy. Se acepta a Jesús y su doctrina en la medida en que este Jesús se adapte al modo mundano de ver la vida. Ellos aceptaban con cierto desprecio al Hijo del carpintero, al Hijo de María, pero no aceptaban al Jesús Hijo de Dios que rechazaba el poder, el trono, los honores y el mando. Rechazaron siempre la cruz, el dar la vida por los otros y el colocarse de último para poder ser el primero en su Reino.
Fue lo que le pasó a Judas y les puede pasar a todos los otros judas modernos, pues según anota San Juan, el apóstol traidor entró en crisis cuando descubrió con claridad que Jesús no respondía a sus planes políticos y así la oportunidad de llegar al poder, utilizando a Jesús, se le iba esfumando y en su desespero lo vendió bien barato.
Cuando no se escucha con sinceridad al Hombre-Dios, al que quiso estar y encarnarse para que nos identificáramos con Él, se corre el riesgo de que racionalicemos la fe y nos perdamos en el relativismo que invade la sociedad de consumo. La era de los desechables, la era de los homosexuales, la era del unisexo, el cuestionamiento de lo absoluto y de sus valores nos tienen a la disposición de todas las avalanchas de corrupción y de dudas.
Hoy más que nunca, en este Domingo 21 del tiempo ordinario, el Señor quiere que nos definamos los creyentes, porque Él no nos obliga a ser buenos ni a seguirlo. Él es el iniciador de la absoluta libertad religiosa: “¡Si quieres…!”; a los doce les dice: “Ustedes también quieren marcharse?” La puerta de la deserción es amplia, la de la fidelidad es estrecha y Él mismo lo dirá después: “Son pocos los que se atreven a entrar por ella”.
En la Iglesia no se trata de multitudes, que a veces contagian de paganismo como cuando se convirtió Constantino y se perdió la unidad y el amor. Ojalá que en los momentos de crisis y de dudas le respondamos a Jesús como Pedro: “Señor: A quién iremos?, sólo Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn.6,69).