Jesús nos invita a un merecido descanso
El domingo pasado veíamos cómo Jesús envió de dos en dos a los Doce como mensajeros de liberación, con poderes espirituales y en total carencia de equipaje humano.
Hoy, Marcos nos describe cómo vuelven cansados, pero felices de haber cumplido la misión con eficacia extraordinaria apoyados en su palabra.
Cuán sabio es el maestro Jesús y qué ternura y compasión expresan sus palabras: “Vengan ahora a un lugar solitario y descansen un poco”. El evangelio nos muestra a Jesús en dos gestos de genuina y auténtica compasión: con los apóstoles para que descansen y con el pueblo hambriento, alimentándolo con su palabra y después con pan y peces como veremos los próximos domingos. Hasta Dios descansó, según el texto del Génesis (Cap. II) y consagró el séptimo día, una vez terminada su obra. Cristo se cansó junto al pozo de Jacob y pidió de beber, extenuado de sus tareas. Nosotros necesitamos el descanso, para tener paz, para compartir con los hermanos las experiencias apostólicas. Hay que dejar tanto activismo, para pensar en nuestro propio cansancio; el canon 533 # 2 y el 550 # 3, reglamentan las vacaciones anuales de un mes para los párrocos y vicarios parroquiales.
En el texto del profeta Jeremías se hace un llamado de atención a los guías espirituales y pastores para que mantengan unido al pueblo, no ahuyenten a las ovejas, no las maltraten ni las espanten con el temor. Además Dios les promete nuevos pastores que las hagan fecundas y las multipliquen.
Pablo afirma además en la carta a los Efesios que Jesús derribó el muro de la división entre judíos y paganos, hizo las paces para que resultara un solo cuerpo sin divisiones de enemistad, para crear un clima de paz.
Los pastores de hoy debemos mirar el rebaño al estilo de Jesús, con su pedagogía llena de cariño, no de lástima ni de amenazas, ni recriminándolo con lamentaciones estériles, sino atrayéndolo con ternura e inclusive invitándolo al goce de estar con el Señor en un descanso necesario y restaurador.
Aún más, dada la competencia de tantas sectas, hay el peligro y lo estamos viviendo en que las ovejas que se sienten arriadas y no guiadas busquen otros caminos distintos al de nuestra Iglesia.
No hay que crear muros y esquemas de división de cualquier clase que sean. Jesucristo dijo: “Yo soy el camino” no hay que poner trancas que eviten el encuentro con Jesús, que es el único que salva en definitiva.
Nuestro pueblo como el de Jesús reclama la palabra viva de Dios, acompañada de testimonio, sin repetir siempre las mismas fórmulas o recetas moralizantes o leyes de culto, como lo hacían con frecuencia los fariseos, a los cuales siempre rechazó el Señor como hipócritas, que solamente imponían cargas, sin mover ellos un solo dedo para empujarlas.
Nos podríamos hacer hoy esta pregunta: porqué se multiplican tanto las sectas?. Qué culpa tenemos nosotros los pastores para que la palabra de Dios que es una sola no llegue y dé frutos de conversión?. Será que la gente no nos ve convencidos de lo que predicamos?. La Iglesia es evangelizadora pero también debe ser evangelizada y esto es para quienes anunciamos el mensaje de salvación. Siguiendo la pedagogía sencilla de Jesús no nos equivocamos nunca.