Todos los medios de comunicación en el mundo han focalizado su atención en la profunda crisis institucional que está presentando la democracia en el hermano país del Perú. La destitución fulminante del presidente populista Pedro Castillo y su detención por orden judicial, han generado diversas interpretaciones en la opinión pública mundial, que se sorprendió ante la decisión errada cuando ocupaba el cargo el primer mandatario de los peruanos, de cerrar el congreso de la república, y convocar a nuevas elecciones, lo cual le generó una reacción política inmediata del poder legislativo, quien lo destituyó fulminantemente, quedando aislado del respaldo de las fuerzas militares y de toda la institucionalidad de esta Nación. Este es un claro mensaje para los presidentes de la región, quienes deben cumplir estrictamente la Constitución, alejándose de esa hirsuta retórica barata de querer acabar con la dinámica institucional que opera en las naciones democráticas.
De nada le sirvió los consejos de algunos colegas suyos en la región, para buscar el sendero de crear una dictadura, en un país cuya trayectoria siempre ha sido el estilo democrático. Desde que se posesionó, empezó a desilusionar a su electorado con su actuar gubernamental. Las recientes protestas en Perú, los 30 ministros que han asumido carteras en menos de 12 meses y cinco presidentes en seis años lo hacen un país con visos de ingobernabilidad, lo cual presagiaba que el expresidente Castillo en cualquier momento iba a ser destituido por la arrogancia que tenía y que le estaba generando una impopularidad de grandes dimensiones. Lo ocurrido en días anteriores así se infería. Un punto de inflexión que, esta vez sí, provocó la salida masiva y virulenta de cientos de manifestantes a las calles que se enfrentaron a la policía y causaron múltiples destrozos. Así ocurrió, desde que estallaron las protestas, en meses anteriores, que generaron muertes y decenas de heridos, mientras crecían los llamados a la movilización.
Su gestión quedó opacada por este creciente descontento popular y nefasta inestabilidad política que se reflejó en sus demandas sociales que no fueron atendidas por el ejecutivo. El incremento de los precios de los combustibles (como está ocurriendo en Colombia), entre 5% y 13% de los precios de la gasolina y una inflación que en marzo llegó a 1,48%, que, junto con la salida de 30 ministros en menos de 12 meses, reflejaba que en este país no había tenido una estabilidad política durante los últimos seis años. Así lo demuestran los cinco presidentes que han dimitido durante este periodo, como si se tratara de un mal endémico a nivel presidencial. Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), Martín Vizcarra (2018-2020), Manuel Merino (2020), Francisco Sagasti (2020-2021) y ahora le tocó sufrir la misma dosis a Pedro Castillo, confirman la grave situación social y política que tiene convulsionada la institucionalidad del Perú.
