Por: Santiago Ospina López.
“Descenso” y “liquidación” son palabras que por estas fechas asustan en la capital del Valle. La situación actual del Deportivo Cali es difícil de entender sin indagar primero en las raíces de sus inversiones, que nos remontan al 2003 cuando el club puso en marcha el ambicioso proyecto de construir su propio estadio, el Palmaseca. Este recinto, cuyo desarrollo costó más 60 millones de dólares, fue el primer gran estadio privado en Colombia, pero su construcción dejó una deuda significativa que ha desencadenado en una de las peores crisis vividas por el club en sus 111 años. El cuadro ‘azucarero’ asumió con ilusión una obligación financiera desmedida, confiando en que los ingresos generados por la explotación del estadio compensarían los costos y generarían mayores utilidades a largo plazo; pero tras un par de décadas, esto jamás se materializó en la manera en que se proyectó.
El Deportivo Cali es conocido internacionalmente por su trabajo en divisiones inferiores, desarrollando talentos como Luis Muriel, Harold Preciado y Santos Borré y vendiéndolos con valorizaciones que superan en más de cien veces la inversión inicial. Este modelo de negocio, similar al del Ajax, Borussia Dortmund o Porto, ha sido una fuente determinante para su flujo de caja. Sin embargo, esta estrategia no siempre es idónea, ya que es utópico pensar que cada semestre surgirán talentos de talla internacional. Esto hace que la dependencia de la venta de jugadores sea una estrategia financiera incierta y riesgosa.
Entre 2016 y 2017, los costos operativos y sueldos de la plantilla aumentaron notoriamente sin un incremento proporcional en los ingresos, lo que llevó a un aumento de la deuda con sus acreedores que hoy supera los 90.000 millones de pesos, según declaraciones del expresidente del club, Guido Jaramillo (quien entre otras cosas renunció hace pocas semanas). Adicional a los intereses sobre la deuda, esta se agravó tras situaciones externas como la reducción de ingresos por taquilla debido a la pandemia de COVID-19, y un declive deportivo en participaciones nacionales e internacionales.
Para terminar de lapidar la situación, esta semana la proyección financiera del club se ha complicado más con el fallo que le obliga a pagar más de 600 mil dólares al Atlético Nacional por la transferencia pendiente de Luis Fernando Mosquera en 2013. Si no se cancela esta deuda, el Cali no podrá inscribir nuevos jugadores durante 1 año, lo que desmotivaría al nuevo entrenador Hernán Torres, quien ha sido contratado con la meta de evitar el descenso.
Esta novela debe servir de aprendizaje para otros equipos que planean realizar grandes inversiones, como nuestro Atlético Huila. Las directivas deben estudiar detalladamente la historia y los errores cometidos en proyectos como el del Deportivo Cali. Es vital entender los riesgos asociados a inversiones tan ambiciosas y asegurarse de tener un plan financiero acorde y diversificado para garantizar la estabilidad futura del club y potenciar su crecimiento a largo plazo. Aprender de estas experiencias ayudará a tomar decisiones que no solo eviten crisis financieras, sino que también fortalezcan la estructura deportiva de los clubes.
Con el aroma de un café huilense los saludo, Santiago Ospina López.