Eran las cinco de la tarde y caía el sol, entré a mi oficina de abogado, me senté, trate de descansar, fije mí mirada en el archivador central, y me enrede en los recuerdos de muchas historias de clientes, algunas simpáticas y otras extravagantes como peligrosas, oficio que llevo en mi espíritu de litigante desde ya hace veintitrés años, y la conclusión luego de cruzarlas con la otra actividad que me apasiona, que es la política, fue que solo hemos buscado descargar las culpas en el otro y pocas veces en nosotros mismos, y al final, comprendemos que si hemos sido el problema, también tenemos la solución.
Así sostengo que cuando se me consulta un divorcio afloran hechos y circunstancias muy íntimas que son incontables, pero cada parte cree tener la razón y terminan discutiendo, no por querer terminar la relación, sino, por terminarla lo peor posible y ojala teniendo cada uno la razón; cuando me contratan para reclamar perjuicios, nunca aceptan la culpa compartida y terminamos vinculando a las aseguradoras que tercian siempre para negar reconocimientos y pagos que favorezcan a sus asegurados, por el contrario buscan a toda costa, distanciarse de su deber legal y abandonan a su suerte al ciudadano; en fin, así podría recitar miles de situaciones diarias de los colombianos que no escapan a litigios permanentes.
Pero como siempre he escuchado, “la culpa no es mía- fue de él”, entonces me arriesgue a escribir esta columna citando a Jaime Lopera autor de – la culpa es de la vaca-, y resumo un ejemplo impresionantemente, hermoso, sencillo y complejo a la vez, así: “un hombre pierde su trabajo. Se entera que Microsoft está requiriendo barrederos, el gerente le pregunta sus datos y lo observa barrer y le dice que le diera su email y el barrendero le dice que no tiene y entonces le dice que lo siente que si no tiene el email no podría trabajar porque por el email le enviaría su horario de trabajo, el hombre desconsolado sale y con veinte mil pesos que contaba se fue a comprar un cajón de tomates y lo vendió de casa en casa y para su sorpresa lo que invirtió se duplico y si compraría más otros días, sus ganancias se triplicarían y así contento regresa a su hogar. El hombre entendió que el email es muy importante ya que es muy útil”. Mire querido lector, que de las crisis salen las oportunidades, nunca antes había existido una situación mundial que nos afectara por igual a todos, pero no es justo que nuestros líderes sigan echándole la culpa de todo a la pandemia, a los paros, al corrupto y mentiroso, pero lo sigue eligiendo, etc., y mientras tanto los precios de la comida y todo cuanto se puede comprar, subiendo sin control.
Veo a Colombia con muchos líderes, los hay en cada casa, en cada cuadra, en cada barrio, en cada familia, en empresarios, pero muchos se quedan en lo obvio, en lugares comunes de las discusiones socio-políticas, en la mecánica y manigua de la política de la componenda y acuerdos sin ideología, jóvenes que sucumben al poder mediático y al dinero fácil, creen equivocadamente que estar en ese juego los hace más importantes y alto reconocimiento social, que es mejor estar adentro de las roscas, en lugar de dar un batalla con dignidad por el poder y por mejorar las condiciones de sus seguidores, no la suya propia. (por ejemplo, los señores investigados por la elección de contralor y personera de Neiva en 2015 y el escándalo del hoy concejal Johan Ortiz con el médico David Cangrejo – hoy candidato a Cámara de Representantes por el Partido Conservador, unos por cohecho y otros por soborno, entre otros).
Se requiere entonces un liderazgo que antes de oponerse al cambio, deberá adaptarse a él sin miedos electorales, ser modelo del rol que desempeña, ser capaz de asumir riesgos, profesar respeto por los demás, ser un descubridor de inteligencias y un seleccionador de los mejores, por eso la culpa es suya señor elector.
