Por: Carlos Tobar
Uno de los temas principales que el gobierno Petro ha puesto sobre la mesa es el de la transición energética. Que resumido en una frase es cambiar la fuentes de energía basadas en combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas) por energías renovables (solar, eólica, biomasa, marina, hidráulica).
Es fácil decirlo, pero dificilísimo hacerlo. Es cambiar una cultura energética de más de 150 años sobre la que está construido todo el aparato productivo del planeta. La modernidad tal como la conocemos está soportada en la economía de los combustibles fósiles. Para resumirlo en un ejemplo sencillo, según afirmación de Vaclav Smil, uno de los expertos en energía más importantes de hoy, un tomate puesto en nuestra mesa lleva dentro de sí 5 cucharadas de combustibles fósiles.
Para que dimensionemos el tamaño y la complejidad de los cambios no es solo remplazar combustibles sino también, como Smil sostiene, “los cuatro ‘pilares esenciales de la civilización moderna’ … el cemento, el acero, el plástico y el amoníaco (para fertilizantes), cada uno de los cuales depende fuertemente del sistema energético existente.”
Todas esas actividades son generadoras de gases de efecto invernadero, las causantes del calentamiento global que produce las alteraciones violentas del cambio climático. Siendo este objetivo, no superar un aumento de la temperatura mundial de 1.5 grados C desde el período preindustrial, la meta que 194 países asumieron en la Cop21 de París.
La complejidad de esta tarea la resume otro experto mundial en energía, Daniel Yergin, quien señala que esta transición energética que estamos emprendiendo es distinta de las anteriores, pues “mientras que la tecnología y la ventaja económica fueron el motor de las transiciones previas, la política pública hoy es el factor más importante.”
Continúa afirmando Yergin: “Por otra parte, las transiciones energéticas en el pasado se desarrollaron en el transcurso de un siglo o más, y no desplazaron por completo las tecnologías existentes. El petróleo superó al carbón como la principal fuente de energía del mundo en los años 1960. Sin embargo, ahora usamos tres veces más carbón que en aquel momento, con un consumo global que alcanzó un pico sin precedentes en 2022.” Para concluir diciendo que “Por el contrario, la transición de hoy está pensada para que se desarrolle en poco más de un cuarto de siglo, y para que no sea aditiva.”
El análisis es más complejo que este apretado resumen consignado en esta cuartilla. Pero establece los parámetros generales que todos los países debemos seguir para poder contribuir de manera seria a la meta colectiva propuesta.
Por eso muchos analistas no entendemos la premura y la liviandad con las que el actual gobierno, en cabeza del presidente Petro y su ministra de Minas y Energía, aborda un tema vital para la estabilidad y el desarrollo económico y social del país.