Diario del Huila

La doble moral del gobierno y legisladores

Jul 22, 2024

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Por: Gerardo Aldana García

Los partidos tradicionales de Colombia se rasgan hoy las vestiduras cuando un episodio más de corrupción que involucra al gobierno Petro y varios congresistas, es registrado por medios de comunicación y el pueblo colombiano, todo por cuenta de la presunta negociación de favores políticos y arreglos torcidos movilizados por fuertes suma de dinero que, el primero habría pagado a los segundos, en procura de lograr su aprobación a reformas propuestas desde el Palacio de Nariño. Y es claro que la crítica y el reclamo venido de quienes, por tradición y ejercicio del poder durante décadas, saben muy bien cómo funciona este clandestino modo de persuadir y comprar a los legisladores, se deba observar con serenidad y objetividad a fin de ratificar nuevamente que, conductas y acciones administrativas de esta naturaleza no le hacen bien al país. El tema es que, independientemente de qué personajes o de cuál gobierno, si del de ahora o de los anteriores, estamos frente a una grave enfermedad de doble moral en donde, una cara de ángel se muestra a la opinión pública y la de demonio subyace bajo la toga del congresista que espera con ansiedad el giro oprobioso de la chequera pública.

Desde el punto de vista de cómo funciona en la vida real el desempeño de los congresistas, es claro que estos han sido elegidos por ciudadanos de las regiones para gestionar e impulsar proyectos de beneficio de sus territorios, ante el gobierno nacional. Los mal llamados padres de la patria predican en campaña discursos de servicio cuando la promesa de recursos para la solución de problemáticas locales y seccionales ocupa un sitial de alta prioridad; en principio, para esto son elegidos. Aquel congresista que no consigue recursos para su región tiene mala calificación por los electores y ve comprometida su reelección en los comicios próximos. El problema surge cuando, sin importar la conveniencia de los intereses comunes del conglomerado social colombiano, el binomio gobierno corrupto – congresista corrupto, acuerda asuntos con peso de ley, en donde no solo No hay beneficio social, sino que tal interacción maléfica lleva una jugosísima coima para obtener un voto de aprobación. Y lo que es mucho peor, cuando el proyecto es aprobado por el Congreso y debe materializarse en la ejecución mediante contratos en las regiones, viene un nuevo actor en la cadena de corrupción: el contratista profesional que, no obstante, los recurrentes sobrecostos, grava el valor del contrato con nuevas coimas a ordenadores de gasto, funcionarios medios, órganos de control, etc. Se suma que, la calidad de los materiales o de los servicios prestados, evidenciarán en el corto o mediano plazo la violación a los términos técnicos de calidad u oportunidad en la entrega de lo contratado.  Cual El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, ángel y demonio viven dentro de una misma persona.

Sería prudente considerar la asignación de unos cupos indicativos de recursos para cada región, abastecidos desde el gobierno nacional, sobre los cuales los congresistas puedan tramitar los proyectos regionales. Sería una asignación clara, diáfana y pública, con veeduría ciudadana desde cada una de las regiones. Los senadores interactuarían con los gobernadores y alcaldes a efectos de diseñar, financiar y ejecutar inversiones pertinentes al interés común.

Es evidente que, al actual gobierno los torcidos negociados hacen que su rostro se vea doblemente horrible; peor que el de Dorian Grey en su postrer retrato, en razón a que, desde campaña el candidato Petro se comprometió con un cambio estructural en el que se advertía que la corrupción sería sensiblemente herida; pero muy al contrario, ha seguido el nefasto ejemplo de tantos corruptos a quienes, con encono y hasta sevicia, criticó en procura de lucir como un mesías redentor del pueblo colombiano. Tal vez sea justo dar al presidente la licencia y la presunción de la buena fe y pensar que efectivamente esa fue su visión, su sueño; mas no así, sus prosélitos que jamás tuvieron en sus manos el poder, ni siquiera poseían la noción de qué es la cosa pública, terminaron, irresponsable y delictivamente aprovechando lo que muchos llaman, el cuarto de hora, sumándose a la larga cadena de saqueadores y ladrones del Estado, de la sociedad, de la Nación. En todo caso, esto no exime al presidente de su responsabilidad en los hechos, pues es el capitán del navío llamado Colombia.

Mientras exista la maldición de la corrupción, Colombia no podrá construirse como una sociedad en paz y equidad.

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