Por el P. Toño Parra Segura padremanuelantonio@hotmail.com
En el ambiente alegre de la Pascua, con la frescura de la reconciliación entre hermanos y con el anhelo firme de conversión, el pueblo de Dios sigue con la presencia del Señor Resucitado todos los domingos para conmemorar el suceso histórico de nuestra salvación.
El mensaje de este Segundo Domingo de la Pascua es rico en contenidos teológicos: el testimonio vivo de los primeros creyentes que tomaron en serio el cambio de su vida, cuando tenían un solo corazón y una sola alma, gozaban de la aceptación general y lo tenían todo en común. San Pablo nos dice que para poder vencer el mundo, hay que creer que Jesús es el hijo de Dios.
El Evangelio de Juan nos presenta las primeras experiencias de los apóstoles después de esa tragedia de tres días que aún los encerraba en el miedo, en la tristeza y en la incertidumbre. Jesús responde y cumple siempre: trae alegría, paz y reconciliación.
En las dos manifestaciones de Jesús, donde Tomás está ausente en la primera y presente en la otra, se dan las circunstancias amorosas para el proceso de fe, en la comunidad.
Se ignora el por qué Tomás andaba suelto y seguramente desconsolado como los del camino de Emaús y fue su primera falla el no querer estar en comunidad con sus compañeros discípulos.
Aquí hay un primer elemento de reflexión: El Señor no puede ser visto y reconocido sino en la misma comunidad, allí “donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré yo”.
En todo grupo siempre habrá alguien que dude, que discuta, que pregunte y que esté en desacuerdo en algo y todo eso enriquece y esclarece la verdad.
Sin la duda de Tomás no tendríamos esa frase tan profunda de Jesús que es para todos nosotros: “Dichosos los que creen sin haber visto”.
Desde el paraíso, el hombre salido directamente de las manos de Dios, según el lenguaje figurado del Génesis, dudó de su palabra y por creer más en la insinuación del diablo cayó en el pecado y fue expulsado del Edén.
Dando un paso acelerado al Nuevo Testamento, María preguntó al Ángel: “Cómo será eso, pues yo no conozco varón”? Jesús en la cruz como hombre exclama:”Dios mío, Dios mío porqué me has abandonado”? No nos escandalicemos si hoy Tomás, exige a sus compañeros, más pruebas para creer en su visión.
La actitud de Tomás es la muestra y su problema es el nuestro: cómo ver a Jesús, si no se nos aparece?. Y la respuesta del Señor podría ser: Cómo quieres verme si no te unes a tus hermanos?.
La frase que ha hecho carrera de “ver y creer como dice Santo Tomás” la tendríamos que cambiar por “creer para poder ver”. La fe es un camino de conversión en el cual la última palabra la da Jesús, porque la fe es un don de Dios.
Se la da al que quiere y en el momento oportuno y que nadie se arrogue la exclusiva de la fe revelada. Hay que imitar a Jesús en todo, en especial en su humildad que es la que está al alcance de nosotros. La Iglesia no está solamente para el grupito de “beatas o beatos”, sino para ayudar a los que no creen en Dios, como pedíamos en la plegaria universal del Viernes Santo.
La duda es un ejercicio de la mente y el que diga que no ha dudado en la vida es un mentiroso. La comunidad es el espacio fácil para ver y creer en Jesús.