Este es mi primer artículo desde que a comienzos de la pandemia suspendí mis escritos semanales, para concentrarme en el estudio de temas vitales del desarrollo nacional. Uno de ellos la historia, características, importancia de la energía. Así como suena: ENERGÍA con todas las letras.
Si una persona quisiera podría decir que la sociedad humana es posible gracias al dominio y uso de las diversas fuentes de energía a lo largo de la historia. Nuestros antepasados de las cavernas producían con la fuerza de su organismo 7 vatios/día para suplir sus necesidades más apremiantes, calentarse, cocinar, protegerse, iluminarse, etc. Hoy un ciudadano promedio de un país desarrollado consume para sus necesidades cotidianas entre 12 y 15000 vatios por día. En un país como el nuestro, atrapado en el subdesarrollo, el consumo promedio es de 6500 vatios por día.
La historia de la sociedad humana la marca esa evolución de la generación de energía. De manera particular, los habitantes contemporáneos del planeta asociamos energía con energía eléctrica que es la más usada para las actividades cotidianas.
“Un suministro continuo de energía es un requisito esencial para la civilización”, sí, de improviso, nos faltara la energía eléctrica, la sociedad como la conocemos se disolvería en cuestión de semanas. El científico inglés James Lovelock (tiene 102 años), uno de los padres del ambientalismo, narra en su último libro La venganza de la Tierra escrito en 2006, que estando de vacaciones en el norte de Francia una fuerte tormenta, de improviso cortó la energía eléctrica de su vivienda.
La siguiente es la narración de su desagradable experiencia: “De repente, mi ordenador emitió un pitido ahogado, el texto en la pantalla se desvaneció y la habitación se quedó a oscuras. Sin que yo me diera cuenta desde la comodidad de mi habitación tranquila con vidrios dobles, la tormenta que rugía fuera, en un estallido de furia, había derribado un árbol que había caído sobre la línea eléctrica que alimentaba el pueblo. Los franceses tienen un eufemismo extraño pero memorable para referirse al orgasmo: lo llaman «la pequeña muerte», un sentimiento igual de poderoso, pero no definitivo, como «la gran muerte». Parecía perfecto para expresar la profunda sensación de pérdida y desamparo que siempre conlleva un fallo del suministro eléctrico. ¿Cómo podía mi amigo temer tanto a la electricidad cuando yo me sentía tan perdido sin ella? En cuanto me quedo a oscuras, empiezo a sentir los efectos del síndrome de abstinencia, ese horrible malestar que asalta a los adictos a la heroína cuando se les retira la droga. Me guste o no, como todos los demás, toda mi vida he sido un adicto a la corriente alterna.”
Con esa vívida descripción doy apertura a un tema vital de la sociedad moderna actual. Lo estudiaremos a fondo, porque el presente y el futuro de nuestro país y del mundo, dependen de él.