Fernando Guzmán
Dentro de las distintas respuestas a los desafíos que planteó la pandemia en la etapa de largos confinamientos, así como de restricciones a la movilidad y a la intensificación de los intercambios sociales, sobresale la revaloración de la vida barrial. La cual, en las grandes ciudades tiende a diluirse en las nuevas configuración de la espacialidad metropolitana. Caracterizada en las últimas décadas por el imaginario proyectado a partir de los intereses del boom inmobiliario y la expansión urbana. El crecimiento urbano es un fenómeno dinámico asociado a múltiples causas. La fortaleza y debilidad de las medidas que se adoptan en cada contexto nacional, regional y local incide de una u otra forma en la escala barrial.
En este sentido, la escala barrial como espacio vital de la diversidad y construcción histórica de la ciudad ha venido perdiendo relevancia para cierta planeación urbana proclive a una división del territorio más basada en fines funcionales y económicos, la cual lleva sobre todo a buscar contar con grandes zonas urbanas homogéneas y de alta densidad. De este tipo de concepciones surge, en buena medida, la tendencia a ver la escala barrial como espacios más o menos uniformes que pueden tener igualmente dinámicas y respuestas generalizadas. Sin embargo, las experiencias de respuesta a la crisis en distintas ciudades del mundo han generado consenso sobre la importancia de la escala barrial. (ONU-Hábitat/2021).
De otro lado, en Colombia, el hurto a personas mediante el asalto a mano armada en restaurantes y bares de algunos barrios en las grandes ciudades ha aumentado. En el caso de Bogotá la gente se pregunta ¿por qué hasta ahora no han resultado tan eficaces las medidas adoptadas en los últimos meses como aumento del pie de fuerza, video vigilancia o conformación de frentes de seguridad?
Desde mi punto de vista y como habitante de uno de los barrios en la localidad de Chapinero donde han ocurrido este tipo de asaltos, una parte de la situación sobre la ineficacia de las medidas se explica justamente a partir de la consideración o no de la escala barrial. Sobre todo, por la extensión del uso mixto del suelo urbano en zonas residenciales. Las cuales por esta razón atraviesan un complejo proceso de transición no necesariamente planificado ni controlado. Y como se observó con la frustrada discusión del POT, la adopción del uso mixto es una tendencia en la ciudad.
Y es que desde la seguridad y la convivencia -junto a la acción contra las estructuras criminales en otras escalas- el uso mixto a escala barrial requiere una aproximación distinta. Por ejemplo, además de cámaras, vigilancia policial a pie y no solo en moto. Así mismo, demanda una respuesta específica, integral y diversificada, en cada caso, no solo de la policía sino también en la articulación de la acción interinstitucional. Pues, no obstante la importante dinámica comercial y de entretenimiento son zonas y barrios con marcado carácter residencial; el cual corre el riesgo de desdibujarse -con las implicaciones que ello tiene- como muestra la forma en que El Tiempo tituló la noticia el domingo “La delincuencia tiene azotado el sector de los restaurantes.”
