Por: Carlos Tobar
“Los contribuyentes que hubieren acreditado las condiciones para acceder a las tarifas diferenciales y demás beneficios tributarios derogados o limitados mediante la presente ley, podrán disfrutar del respectivo tratamiento durante la totalidad del término otorgado en la legislación bajo la cual se consolidaron las respectivas situaciones jurídicas”.
Párrafo final del proyecto de ley de la Reforma Tributaria
He traído a la discusión el párrafo final del proyecto de ley que el ministro José Antonio Ocampo, presentó a nombre del gobierno nacional al congreso para su discusión y aprobación, porque dice más que el resto del articulado.
Me explico, ese texto, cuidadosamente redactado, está señalando que, los contribuyentes, personas jurídicas o naturales que estén cobijadas por condiciones de legislación favorable, legalmente exigible, quedarán eximidas de las limitaciones que impone esta nueva reglamentación tributaria.
Traducido en buen romance, digamos que, por ejemplo, a la inversión extranjera que esté cobijada por tratados internacionales, como los Tratados de Libre Comercio, no se le podrá modificar su estatus tributario. Esa condición, solamente se podría modificar si se denunciaran ese tipo de tratados. En esa situación está la totalidad de la inversión realizada por personas o empresas originarias de Europa, los Estados Unidos o la de cerca de veinte que están suscritos.
De igual manera, a todas las empresas que tengan firmados con el estado “contratos de estabilidad jurídica” que, son casi todas las empresas grandes del país, muchas de ellas monopolios, que operan algunas en zonas francas uninominales o colectivas, se les deberá respetar su estatus “durante la totalidad del término otorgado en la legislación”.
Con ese par de situaciones, sin considerar otro tipo de gajes igual de beneficiosos, estaría sustrayéndose una parte sustancial de la base tributaria del país.
¿Quiénes quedarían? La producción, el sector agropecuario y los servicios de naturaleza nacional. Es decir, el empresariado y el trabajo nacional, el que crea riqueza que se acumula y se reinvierte en el país. Aquel cuyas utilidades no se envían al extranjero, después de haber usufructuado el mercado interno.
Unos sectores que vemos a diario sobreaguar frente a la competencia desleal de la gran inversión extranjera o nacional, privilegiada por normas exageradamente favorables y a las que la reforma tributaria propuesta no les toca un pelo.
El temor es que esta draconiana pero mentirosa reforma “progresiva” termine dándole un puntillazo de muerte a lo poco de moderno que tiene el aparato productivo nacional.
