Diario del Huila

La fallida visita a otro mágico volcán

Dic 10, 2022

Diario del Huila Inicio 5 Uncategorized 5 La fallida visita a otro mágico volcán

DIARIO DEL HUILA, BORONDITO

Por: Nicolás Motta

Salíamos de visitar el punto más cercano al sol, el volcán Chimborazo. Estábamos muy emocionados por lo que habíamos vivido, creo que era el primer volcán que veíamos desde tan cerca. Recordamos que habíamos pasado otro por el camino, uno muy famoso que está en la provincia de Cotopaxi que lleva el mismo nombre, hacia allá nos dirigimos.

Daniel tenía que cumplir con un compromiso y nos tocó parar en la vía para que cumpliera con eso y aprovechamos para almorzar en un lugar en la carretera con vistas a nuestro objetivo. Su compromiso se extendió hasta el punto de que todos le estábamos haciendo caras para que apurara la reunión y pudiéramos llegar al volcán, nos sentíamos muy cerca, pero aún faltaba mucho camino por recorrer, debíamos rodear el volcán para llegar a la entrada.

Se nos hizo un poco tarde para entrar al parque, tiene un horario estricto que los guardaparques procuran cuidar, pero no nos íbamos a rendir. Nos hicimos un espacio debajo de un árbol al lado de la puerta y pusimos nuestras carpas en medio de la fría noche que estaba haciendo. Cuando terminamos, alguno detectó un olor asqueroso que estaba emanando Habana -la perrita-, quien en medio de la distracción había encontrado algo de popó de caballo y le pareció divertido perfumarse con su repugnante olor, el problema es que ella suele dormir dentro de la carpa, con Daniel y Camilo.

La temperatura debía estar muy cerca de los 0 grados y aun así nos tocó meterle un duchazo a la perra, esto le traería una pequeña gripe perruna por los próximos días. Al terminar de secar a Habana, empezó a caer una leve lluvia que nos avisaba que era hora de resguardarnos y esperar al día siguiente, hicimos caso.

Nos despertamos a primera hora, o al menos primera hora para nosotros, el sol hace que después de algunas horas la carpa tenga un calor insoportable para dormir, pero propenso para despertarse buscando un poco de agua, debían ser las 7:00 u 8:00 de la mañana como máximo. Hicimos un desayuno improvisado con nuestras estufas de alcohol portátiles mientras arreglábamos el carro para subir, en ese momento una pareja de europeos nos pidió el favor de subir con nosotros al volcán, parecía que les estaban pidiendo mucho dinero para llevarlos hasta el refugio, accedimos. 

Empezaba la aventura

Al momento de entrar al parque nos informaron que no estaba permitido el ingreso de mascotas, adentro hay caballos silvestres y vicuñas protegidas en su hábitat, por fortuna ofrecían un servicio de «guardería» para mascotas, una jaula con un plato para agua y otro para la comida, no había otra opción así que le acomodamos el lugar con su cobija y un juguete para que mordiera y nos fuimos.

Nos adentramos en el parque, un largo camino cruzando quebradas con muchas piedras y poca agua, lagunas, animales y letreros que nos avisaban que había residuos piroclásticos por la zona, no sabíamos que era, pero sonaba bien volcánico y era lo que queríamos. 

Hicimos una pequeña parada para ver los caballos correr alrededor de un lago, algunos integrantes del grupo querían que empujáramos un poco para llegar a ver al protagonista del día, el volcán Cotopaxi y así hicimos. La vía está bien maluca, destapada con muchos no, sino muchísimos resaltos que iban lastimando nuestro tractor, no recomendaban subir carros pequeños, pero como no íbamos en uno decidimos subimos muy confiados a pesar de nuestra precaria suspensión. 

De subida tuvimos la oportunidad de ver más animales, un zorro muy grande y hermoso se paraba en la mitad de la vía, otros viajeros se detuvieron al lado nuestro para observar al animal. Resulta que estos tipos eran unos colombianos que habían rentado un carro y estaban dando vueltas por Ecuador, pegándose su borondito. Charlamos un poco a los gritos entre ventana y ventana hasta que el zorro decidió permitirnos continuar. 

Aún nos faltaba algo de trayecto y lo disfrutamos con las vistas al volcán, que se veía desde casi todos lados. La subida se ponía cada vez más dispendiosa y el carro se hacía cada vez más sonso, pensamos que sería por la altura, no contábamos con que el clutch estaba un poco largo y no estaba dando el poder que tenía que dar. Faltando una curva y unos 200 metros para llegar a la meta el carro dejo de andar empezó a sacar humo por debajo del capó. Jalé el freno de mano y me bajé a ver el motor con la cara de la verdad, no tenía ni idea de que ver, se bajaron mis hermanos en busca de una solución e hicieron lo mismo que yo. Emanamos casi en coro el típico «Jum chino ¿y ahora que hacemos?». Se bajó uno de los franceses que llevábamos en la banca de atrás, era nuestra esperanza, pero este sabía incluso menos que nosotros. 

Dejamos reposar un poco el carro y le dimos un intento más, otro intento fallido y mucho humo. Pararon algunos carros para auxiliarnos, pero el esfuerzo fue en vano. Seguimos cacharreándole un poco al carro en busca de la falla y concluimos que era algo del embrague, los cambios entraban como aguardiente en San Pedro. Dimos la vuelta con la inercia de la bajada y el miedo de caer por un precipicio mientras Daniel subía hasta el refugio en busca de ayuda. En ese momento nos separamos de los extranjeros que poco y nada pudieron hacer, pensamos que podía ser el peso extra que había ocasionado todo. No pintaba para nada bien la cosa, entre algunas malas palabras esporádicos y risas nerviosas esperamos que Daniel volviera con nosotros. 

Cuando regresó prendimos el carro en busca del milagro que sí sucedió, no sabemos a cuál santo le están rezando nuestros viejos, pero había funcionado, estaba andando de nuevo el carro. Lo único que habíamos hecho era amarrar una pieza que estaba floja y ¡parecía haber funcionado! En medio del jolgorio intentamos salir rápido del parque para buscar un mecánico que reparara bien el problema del carro, fuimos muy ingenuos.

¡Ñaaan, ñaaan, vean como entran los cambios! gritaba en medio de la algarabía, hasta un traguito de whisky nos tomamos. Ya estábamos a punto de salir del parque y el carro empezó a sentirse sin fuerza de nuevo, le daba golpecitos como si se tratara de un caballo, «dale, dale no nos dejes», decía, pero el carro nos dejó. Un par de personas pararon a ver cómo podían ayudar, pero ni modo, se montaron Daniel y Camilo a la camioneta de un tipo que nos intentó ayudar, salieron del parque y llamaron a Leo Abauat -nuestro guardián en tierra- para que nos diera una mano con el seguro, entre los tres nos consiguieron una grúa. 

La espera se hacía larga para nosotros dos, ya había pasado el mediodía y estábamos muertos de hambre. Sabíamos que Daniel no iba a volver, tenía que encontrar una forma de llegar a Quito rápido a recibir a su chica, pero habíamos mandado al gordo de Camilo, que como buen gordo nos mostraba el mecato que había traído desde la grúa.

¿Y Habana?

Estábamos de celebración, ya no teníamos que manejar hasta Quito y la solución de nuestros problemas estaba a varias horas de nosotros, podíamos descansar. ¡Puta casi se nos queda Habana a la salida del parque! Pasó por mi mente justo a tiempo, páramos y la recogimos, ella no se enteraba de nada. Al llegar a Quito fuimos a un lugar de talleres en un barrio peligroso en la ciudad, en ese momento no lo sabíamos, cuerpos sin miedo caminan por donde sea y empujados por el hambre mucho más.

Teníamos que arreglar el carro

En el taller nos dieron la terrible noticia, el embrague del carro se había quemado, necesitaban buscar un repuesto y no íbamos a poder sacarlo ese día, tenía que dormir en el taller. La noticia nos pegó terrible, estábamos confiados en poder agarrar nuestro carro e ir en busca de un lugar para dormir. 

Nuestros planes habían cambiado repentinamente y nos sentimos desubicados, teníamos una llamada que podíamos hacer, teníamos el número de Lau, una opita que estaba viviendo en Quito y se había contactado con nosotros unos días atrás ofreciéndonos una amistad amarrada por la hermandad que brindan los coterráneos en el exterior. La pensamos como nuestros 123, nuestro salvavidas.

Tendremos un hermoso desenlace de la historia que después de narrarlo, daremos final a esta historia de viaje.

Tal vez te gustaría leer esto

Abrir chat
1
¿Necesitas ayuda?
Hola, bienvenido(a) al Diario del Huila
¿En qué podemos ayudarte?