Acaba de terminar, el proceso acordado entre precandidatos presidenciales del CD, partido de Uribe, y de dos o tres acólitos, ampliamente conocidos y denunciados incluso, por los protagonistas del proceso terminado.
Los resultados, para unos buenos, para otros no tanto, y para otros desastrosos.
Independientemente de los sentimientos encontrados por los resultados, quiero hacer notar, la grandeza manifestada `por los protagonistas en el proceso, grandeza políticamente correcta o incorrecta, tema del libre albedrio del lector.
Candidatos que nunca les ha quedado grande la grandeza; por eso constituyen la confianza legítima de un electorado, que aun desea ser guiado por quienes representan, individualmente considerados, la conciencia moral y ética de nuestra sociedad.
Pero debo, hacer mención especial a MARIA FERNANDA CABAL. Su presencia en el proceso, fue una demostración de esa conexión que debe existir entre un excelente congresista y el pueblo colombiano.
Que tranquilidad la que le imprimió al proceso, en el sentido de hacer de los encuentros con los ciudadanos en los debates temáticos, no solamente por el conocimiento amplio de los problemas nacionales, contrario a algunos que están en ese recinto, viendo más, a quien maltratar, que contribuyendo a la solución de los problemas nacionales.
Admirable esa sintonía; de ahí el crecimiento abismal en tan poco tiempo de su imagen, llegando hasta hacer creer que era la rotunda ganadora de la candidatura oficial del CD.
Admirable, además, por su inteligencia, el arrojo, liderazgo, lo afirmativa en las soluciones que espera la nación a los múltiples problemas en que se encuentra sumergida Colombia.
Experiencia suficiente, señorío y sobria en sus análisis y retos propuestos por quienes pretendieron aniquilarla; gran mujer, excelente en todo, hasta en soportar con estoicismo los desafinados comentarios de quienes dicen respetar y hacer respetar la condición de mujer; hasta en eso contribuyo, en destapar esos sepulcros blanqueados llenos de intereses subterráneos.
Por eso y por mucho más, seguiré entendiendo que personas de esta condición, merecen el volcamiento de los electores a las urnas, demostrando su confianza legítima, en seres humanos con tanta idoneidad y legitimidad.
Lo dijo, “Los tiempos de Dios son perfectos”; mientras su Dios, el mismo nuestro, le confiere mejores y sublimes designios, ahí estaremos, reiterándole nuestra generosa confianza ante tanta grandeza.
Por ahora, según sus manifestaciones públicas, esa aspiración de regresar al Senado, a continuar con esa labor inconclusa, a seguir soportando tanta imbecilidad unida, mantendremos incólumes nuestro apoyo, y nuestra inquebrantable decisión de llevarla al solio de los presidentes, para asear la república.
Decía Churchill, “Nunca sabrás que tan fuerte eres, hasta que ser fuerte sea tu única opción”.