Esta semana se hundió la decimotercera iniciativa que buscaba regular la eutanasia en Colombia, lo cual demuestra el grado de egoísmo y la falta de pantalones que ha tenido el Congreso Colombiano a la hora de coger al toro de la eutanasia por los cachos. Egoísmo, porque como legislador, uno tiene que está en la capacidad de entender que en el país existe una profunda diversidad de credos y formas de entender la vida, la enfermedad y la muerte. La falta de pantalones ha llevado a que sean los jueces, en sede de tutela quienes hayan tenido que “legislar” durante todos estos años sobre el tema, llevando a que forzosamente nos preguntemos ¿para qué tener un legislador que no es capaz de legislar sobre temas espinosos?
Quiero aclarar tres cosas. Primera, que el hecho de que se legisle y regule la eutanasia en Colombia no implica que esta se aplique de forma masiva y obligatoria a todo enfermo terminal. Lo que realmente implica es que las personas mayores de edad, de una manera libre y plenamente informada, puedan decidir si terminan o no con el sufrimiento causado por una enfermedad terminal, por medio de un procedimiento técnico. Segunda, que con esta columna no estoy haciendo apología a la eutanasia. Lo que realmente quiero es invitar a reflexionar sobre la importancia de poder ver y sentir más allá de nuestras propias creencias y formas de ver la dualidad vida – muerte. Y tercero, que las ideas aquí expuestas son hechas a título personal.
Dicho lo anterior, también me gustaría a invitarlos a leer con detenimiento y con sentido crítico, el proyecto de ley que acaba de hundirse. Esto, con el fin de que puedan apreciar la arquitectura jurídica y técnica que lo sustenta. En concreto, el grado de técnica legislativa utilizada para regular un tema tan sensible, puede verse reflejado en la claridad y en las garantías consagradas, tanto a favor del personal médico (especialmente para el ejercicio de la objeción de conciencia), como para los pacientes, procurando que sea la voluntad del paciente y la de nadie más, la que prevalezca. Pues es solo el paciente quien realmente siente y padece el dolor y es solo el quien debe realmente decidir.
Sé qué estos temas son sensibles, sin embargo, debemos tener la fortaleza, como sociedad, de legislar sobre la materia, con el fin de ofrecer condiciones que garanticen una vida y una muerte digna a todos los colombianos.