Por: Alfredo Vargas Ortiz
En días pasados tuve un problema en el techo de mi empresa y solicité con una persona que ya había trabajado conmigo que me revisara el asunto, él se subió y bajó con el diagnóstico cobrándome por el arreglo un valor considerado, quedamos de llamarlo para organizar la intervención y en un rato libre, se me ocurrió subir a verificar el diagnóstico y ¡O sorpresa!, lo único que había que hacer era quitar unas hojas de un sifón que se había tapado con algunas de ellas lo hice y asunto arreglado.
Hace algunos años, una hermana quería vender un carro de segunda mano, y el señor que estaba comprándoselo dijo que lo llevaría a su “mecánico de confianza” y luego de varias revisiones el mecánico le dijo a mi hermana que el carro tenía varios asuntos por arreglar, pero que si ella le pagaba una plata él le decía al señor que no tenía ningún problema.
En cierta ocasión me subí a un taxi y un señor muy grotesco, me dijo que me llevaba, pero que necesitaba hacer una vuelta primero, que quedaba en el camino hacia donde yo le pedí que me llevara, que no se demoraba mucho, yo le dije que no tenía problema y el señor se acercó a un sitio en donde realizaban alteración a los taxímetros, y este le dijo al señor que le tenía varios clientes para el trabajo y se reían felices de su picardía. Al regresar al taxi, este sujeto, me confesó que él era muy torcido y que le fascinaba hacer esto. Es posible que fuese torcido, pero poco inteligente, sabiendo que yo era su cliente y que me estaba cobrando con un taxímetro adulterado y que obviamente no le pagaría por nada del mundo, lo que marcaba el aparato.
En una institución educativa realizaron un proceso de elecciones a personerito y mi hijo que en ese entonces no tenía más de 8 años, era uno de los candidatos, y como experto en el tema, le ayude con la consigna, el programa de gobierno y las propuestas que él podría hacer a sus electores, así como la organización de su equipo de campaña, compuesto por su mejor amigo en la clase, él realizó una campaña impecable, socializando salón, por salón sus propuestas y esperando que el día de las elecciones fuese respaldado por la mayoría. El día de las elecciones, una niña, que era candidata, llevó una bolsa llena de dulces y los repartió a todos los que votaran por ella, y obviamente la derrota de mi hijo fue estruendosa, pues solo sacó 2 votos: el de él y su fiel amigo.
Las anteriores, situaciones, ciertas, reales y verificables, son el pan de cada día en nuestra sociedad, gran parte del problema está directamente ligado a la inversión de los valores que son fundamentales para que una sociedad funcione, triunfa la verdad sobre la mentira, el engaño, la trampa, la tramoya y la falta de una ética que oriente la función pública y nuestro sistema social, desde la familia, la sociedad y el Estado, esta situación es la causante de nuestras perores desgracias: La pobreza, la violencia, la intolerancia, la inequidad, son las consecuencias del poco valor e importancia que le damos a la educación, al comportamiento ético y estético y por ello es fundamental que trabajemos todos en absoluto en la recuperación moral del país, nuestra carta política es un verdadero norte, pero para llegar al mismo debemos recuperar la esencia de los valores como la justicia, la equidad, la tolerancia, el mérito, la honestidad y el trabajo para que cada uno de nuestra sociedad haga lo que ella necesita para ser un país en donde ni un peso se pierde y cada uno hace lo propio para generar la riqueza necesarias para que ningún niño aguante hambre, o deje de estudiar, que no exista una sola mujer maltratada y desempleada, un solo anciano desamparado y que sobre todo valoremos al otro como ser igual en dignidad y derechos.
