Luis Alfonso Albarracín
Durante el desarrollo de mis clases que oriento en la Universidad Surcolombiana y en la Esap, aprovecho la oportunidad de expresarles a mis estudiantes la importancia de ser un buen ciudadano. Debemos ser respetuosos con el cumplimiento estricto de la normatividad contemplada en el Código Nacional del Tránsito. Hay que internalizar la cultura de la prevención en cada uno de nosotros cuando manejamos un vehículo o una moto. Inclusive si utilizamos la bicicleta como medio de transporte. Desafortunadamente en nuestra ciudad existe un desorden en las vías, porque impera la ley del más vivo, lo cual está generando además de accidentes de tránsito, un rechazo al unísono por la forma como actúan dichos conductores cuando transitan en la zona urbana. Es muy deprimente su actuar, porque riñe totalmente con las sanas costumbres que debemos asumir tempranamente desde nuestros hogares.
Pero hay un lunar que fastidia a los transeúntes y a todos los conductores que transitan por la ciudad. Es la incultura ciudadana de pitar en la zona urbana de la ciudad. La administración municipal desde años anteriores tiene estructurado el mapa del ruido. Allí se tienen identificados los puntos críticos, donde se detectan los niveles más altos de decibeles que superan los estándares internacionales y que afectan la salud de los transeúntes y de los mismos conductores que atraviesan las intersecciones viales más congestionadas de Neiva.
Cuando he visitado algunas ciudades de otros países, se nota la gran diferencia. Nadie pita. El que lo haga, es sancionado ejemplarmente. Existen dispositivos electrónicos que detectan al instante a los infractores. Inclusive a los conductores que se atreven a transgredir las normas de tránsito. Lo más preocupante es que en Neiva, es la actitud de las personas que utilizan estos cordones viales en Neiva. La incultura y el desorden vial que está imperando, sin que existan los suficientes controles de las autoridades de tránsito, están generando un aumento del estrés en los conductores, cuando llegan a las intersecciones. Se ha vuelto un paisaje. La tranquilidad que debe existir en las filas que se forman en los semáforos, es interrumpida de forma violenta, porque los vehículos y motos empiezan a pitar simultáneamente a través de una sinfonía ruidosa y estridente, que afecta el nivel permitido de decibeles en los oídos de los seres humanos que transitamos.
Se ha vuelto evidente que esa incultura se contagia a toda la ciudadanía, que la están convirtiendo en costumbre, pitar cuando el semáforo cambia de rojo a amarillo y luego a verde, quienes circulan sin prudencia, y sin acatar las normas contempladas en el Código Nacional de Tránsito. Por eso vale la pena seguir apoyando las iniciativas que desarrollen las autoridades ambientales y de la administración municipal, para que desarrollen permanentes campañas lúdicas y pedagógicas de socialización y sensibilización sobre el impacto negativo que genera el ruido a la salud de las personas, por esta irracional actitud de algunos conductores desadaptados que utilizan este dispositivo para propiciar la contaminación sonora en estos sitios de la ciudad.
Debemos atender los mensajes subliminales que algunos centros educativos e integrantes de organizaciones artísticas que, a veces desarrollan, los cuales envían estos mensajes en las diferentes intersecciones donde existen semáforos. Estas jornadas van también para los vendedores con carretas que usan altoparlantes, y las personas que realizan fiestas esporádicas en casa. Además, se tiene que controlar la circulación en horas nocturnas de algunos vehículos que utilizan equipos que amplifican el sonido de música estridente, que alteran la tranquilidad y el sueño placentero a que tenemos derecho en nuestros hogares. Las autoridades no pueden bajar la guardia con estos campeches, que además de construir su propia sordera en un corto plazo, contribuyen a la afectación de la salud de las demás comunidades.