Opinando y dando
Por: Faiver Hoyos Hernández
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Definitivamente la incultura de gran parte del pueblo colombiano y argentino que asistió a la final de la Copa América en Miami, conlleva a tener los ojos puestos encima por parte de las autoridades estadounidenses, quienes han reaccionado a los comentarios realizados por personas que quizá desconocen que en USA se han desarrollado eventos, quizá de mayor impacto y que actos como los protagonizados por argentinos y colombianos, nunca se habían presentado. El caos y desorden previo al juego de la final fue enfrentado en primera parte por la empresa privada que contrató la Conmebol y que al final no pudo soportar la turba que se fue encima rompiendo cualquier esquema de seguridad planteado. Los gringos han sido anfitriones de grandes certámenes, entre ellos: Super Bowl, Beisbol de Grandes Ligas, NBA y Fórmula 1; entre otros.
Expresar alegremente que Estados Unidos no tiene experiencia o no está preparado para organizar un evento de esta naturaleza no cabe en ninguna cabeza. Son ellos los americanos quienes saben y pueden dar cátedra de organización. Lo que sucede es que no dimensionaron que iban a enfrentarse con culturas retrógradas, acostumbrados a la vida fácil y a ingresar violando esquemas de seguridad a todo nivel.
Quien vive en Estados Unidos, inclusive, quienes actualmente no tienen papeles, catalogados como migrantes, sabe que las normas en el país del tío Sam se respetan. Una vez se produjo el despelote, la empresa de seguridad privada alertó a la Policía de Miami y fue allí cuando cerca de 40 patrullas llegaron para ponerse al frente del desmán. Un poco más de 7 mil personas fueron retirados de las graderías porque no tenían boletas y habían llegado violentando cercas, vallas y hasta los ductos del aire acondicionado.
El carrusel y la falsificación de boletería superó todos los récords. Los banderazos promovidos por mercaderes de ticket adulterados invitaban a llegar muy temprano para poder así engañar a los dueños o controladores del espectáculo. La boleta más barata que se comercializó costaba 1.500 dólares, es decir un negociazo para los promotores del conato. Para las autoridades alguien debe responder por los daños presentados en el Hard Rock Stadium. Vendrán judicializaciones a personas, algunas detenidas, a las cuales les formularán cargos por asonadas y desorden público. Otros deberán pagar multas y sanciones económicas, mientras aquellos que no tengan documentos serán deportados en vuelos baratos.
Queda claro que la responsabilidad era y es de Conmebol, nunca de las autoridades americanas, quienes llegaron posteriormente a aliviar un problema que pudo haber terminado peor. Al final, el escándalo del Presidente de la Fedefútbol Ramón Jesurún, igualmente detenido, termina por convertirse en uno más, de: “usted no sabe quien soy yo”, lo cual magnimiza el suceso que tiene a los colombianos señalados y amenazados hasta de perder su visa, muchos de los cuales ni siquiera fuimos y otros tantos que acudieron teniendo un ejemplar comportamiento. Pena ajena.