Aníbal Charry González
El fallecido cineasta Ciro Durán en 1985, dirigió una película documental titulada “La guerra del centavo”, que con fundamento en el testimonio de dos conductores de buses de servicio público, relataba el caos en el transporte que padecía Bogotá en los años 80, producto del guerreo para conseguir pasajeros como fuera, poniendo en peligro la vida de pasajeros, transeúntes y de los mismos conductores que como kamicases violando los límites de velocidad y todas las normas de tránsito trataban de lograr su objetivo para conseguir mayores ingresos, que como ya sabemos, dejaba como saldo siniestro muertos y heridos y destrucción de bienes materiales.
Pues bien: No obstante que aparentemente se terminó la guerra del centavo que no debió ni debe existir, que solo beneficiaba a los empresarios del transporte, que como bien se relataba en la película de marras eran los únicos beneficiarios de esa guerra infame de conductores que no recibían siquiera el salario mínimo por su trabajo, viéndose lanzados a obtenerlo en una lucha mortal y peligrosa como fuera, actualmente se mantiene en muchas ciudades del país como consecuencia de esa codicia y la sempiterna falta de controles por parte del Estado en materia de tránsito, la indolencia de empresarios y conductores carentes de cultura ciudadana y sensibilidad social, que sigue generando muertos y heridos sin que nada ni nadie pueda parar este criminal guerreo porque así hay que llamarlo, en un país que vive en guerra permanente en casi todos los frentes.
Por eso aquí en Neiva ahora estamos lamentando la muerte absurda que hubiese podido evitarse -si tuviéramos cultura ciudadana y sensibilidad social de la mano de severos controles de la autoridad y de los mismos empresarios del transporte-, de la joven estudiante universitaria Laura Sofía Parra, que cayó del vehículo en que se transportaba porque el conductor arrancó imprudentemente sin haber cerrado la puerta, que es una mínima medida de seguridad que deben adoptar para garantizar la seguridad de los pasajeros, y que a la postre ocasionó su dolorosa muerte, constituyéndose en un claro homicidio culposo por el cual deberá responder, que además cosa rara huyó del lugar del accidente por recomendación del personal paramédico de una ambulancia para que no le fuera inmovilizado el vehículo.
Lo anterior nos muestra la vigencia de esa peligrosa y mortal guerra del centavo, dado que les siguen exigiendo mayor producción a los conductores así sea a costa de la integridad de los pasajeros y de la impune violación de las normas de tránsito, que ahora se le suma la guerra no menos infame de las ambulancias, que se han convertido en otro factor generador de muerte, de la mano de la “viveza” que hace parte de nuestra malsana cultura de burlar la ley, que le recomendó al conductor de la buseta que abandonara el lugar del accidente para que no le fuera inmovilizado el vehículo. La desgracia colectiva es que no parará esta guerra infame que está instalada en la mente de los colombianos por el ánimo de lucro como sea.
