La lucha de Villa Juncal contra el fuego. El fuego empezó a bajar de la montaña hace al menos una semana, por lo que los campesinos y voluntarios de Palermo, con bombas de espalda, pelearon contra el incendio. Ayer recibieron apoyo de bomberos de otros municipios y el prometido helicóptero por fin llegó con sus descargas. La comunidad espera que se acabe la pesadilla.
DIARIO DEL HUILA, PRIMER PLANO
Por: Gustavo Patiño
La lucha de Villa Juncal contra el fuego. Al llegar a la vereda Papagallo, a menos de un kilómetro adentro del barrio Villa Juncal, encontramos una planicie con un lago, en el que un grupo de bomberos disponían una motobomba para extraer agua y poder frenar el incendio que bajaba de la montaña. El calor solar de las 11 de la mañana se sumó a la radiación que emitían los árboles que se incineraban, en un avance de murmullo que, en minutos, se convirtió en un crujir estrepitoso, que salía de las columnas de humo negro y gris, con llamaradas de al menos seis metros de altura.
Un llamado urgente
Desde la noche del miércoles, la alcaldía de Palermo hizo el llamado urgente a los habitantes de Villa Juncal para que abandonaran sus viviendas ante la inminencia que el fuego llegara a sus hogares, sin embargo muchos de ellos decidieron quedarse y enfrentar las llamas con bombas de espalda que llenaban con el agua del pequeño lago, “entendemos que se hayan ido, pero nosotros decidimos hacerle frente al fuego para evitar en lo más que podamos que nuestras parcelas y casas terminen hechas cenizas”, asegura uno de los habitantes del sector, “afortunadamente ya hay bomberos acá, porque anoche estábamos solos nosotros tratando de evitar que el incendio nos llegara hasta acá, por eso ni siquiera hemos podido dormir”, señala otro.
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Refuerzos de otros municipios
En la madrugada del jueves llegaron a Palermo unidades Bomberiles de varios municipios, como Suaza y Tarqui, “nos vinimos casi a la media noche y llegamos a Palermo como a las cinco de la madrugada”, afirma Villanueva, uno de los bomberos de Suaza. En Papagallo, el fuego baja de la montaña como un gigante, acabando con la flora, desplazando a la fauna y amenazando con devorar la vida de los habitantes del sector.
Al encontrarse con un pequeño valle, el viento lo golpea desde diferentes direcciones, por lo que la conflagración y su rumbo es prácticamente impredecible, “siempre que haya material vegetal, el fuego va a tener para dónde coger”, asegura otro de los bomberos y añade que lo mejor es hacer una serie de contrafuegos que acorralen el incendio, de forma tal que no pueda avanzar. Hay varios tipos de contrafuegos. En el caso de un incendio forestal como los que están atacando a la zona rural de Palermo, se trata de una serie de incineraciones controladas que permiten construir líneas donde no hay combustibles como pasto, madera, arbustos, entre otros, dejando expuesta la capa mineral del suelo y evitando que el incendio avance.
En Papagallo, gracias a la llegada de unidades de bomberos de Tarqui, Suaza y algunos de Bogotá, se pudo instalar una motobomba que extrae agua de un lago cercano y permite conducirla mediante una manguera, para rociar la mayor cantidad de agua posible, que permita detener el incendio. “Anoche no teníamos esa motobomba, solamente estábamos nosotros, los que vivimos acá, con los cacorros o bombas de espalda, llenándolos a cocadas y yendo a mojar por turnos para evitar el incendio, por eso no hemos dormido”, asegura una de las habitantes.
Cada año
Con el ‘cacorro’ en la espalda, don Ismael Cuestuman Suarez, camina de lado a lado acompañando el ejercicio de los bomberos quienes, igualmente con bombas de espalda, van mojando lo mejor posible el terreno, los arbustos y árboles para que el fuego se encuentre con una barrera que le impida seguir avanzando, “estos incendios pasan acá cada año en estas temporadas secas. Las personas no tienen conciencia y no les importa tampoco, por eso queman basuras, en vez de recogerlas y disponerlas”, asegura.
El problema es que, por muy controlada que sea la quema, muchas veces el fuego avanza por el suelo, “usted enciende la basura y normal, no deja que avance, que se queme un palo o el pasto cercano, el problema es que el fuego se mete por debajo de la tierra y avanza, cuando menos piensa es que uno ve que salió por allá, más adelante”, narra don Ismael, “por eso es que nosotros les decimos a las personas que no quemen la basura y mucho menos en estos tiempos tan secos, tan llenos de vientos.
Es verdad que ya habíamos tenido incendios acá en la zona, yo llevo viviendo acá siete años y por estas temporadas secas siempre hay uno que otro incendio que hay que apagar, pero esta vez es algo de una magnitud que nos tiene muy asustados, no sabemos si esto se pueda controlar rápido y rogamos porque llueva lo más pronto posible”.
Tocó venirnos
Los habitantes del sector y personas de otras partes de la capital marmolera acompañan a los bomberos, les ayudan a arrastrar pesada manguera, llevan las extensiones para que esta alcance lugares más lejanos del lago, en los sitios en los que ya ha pasado el fuego y solo quedan pequeños boquetes de humo donde solían haber pequeños arbustos, ellos pasan con sus bombas de espalda y echan agua para evitar que se reactive el incendio, “este incendio acá inició hace como una semana, nosotros ya habíamos estado apoyando para apagar un incendio en otra vereda, estábamos ayudando a controlar allá y nos enteramos que alguien había iniciado el incendio acá y que se estaba comiendo el bosque, por eso nos tocó venirnos para acá, para tratar de contrarrestar lo más posible el incendio, haciendo todo lo que podemos, día y noche.
Se reactivó
Ayer hubo un momento en el que dijimos ‘uy por fin lo logramos’, pero con el viento en un momentico ya había iniciado en otro lado. Hacemos lo que podemos, pero nosotros solo somos campesinos, no tenemos el conocimiento y el entrenamiento que tienen los bomberos, por eso era tan importante que llegaran, porque ellos sí saben manejar mejor estas situaciones”, asegura don Ismael.
Para don Ismael, la ineficiencia institucional es la que permite que pasen este tipo de tragedias, asegura que ya la capacidad del municipio y el departamento estaban desbordada y que se había avisado a tiempo al gobierno nacional para que atendiera la emergencia, “yo creo que hace falta mucha más planeación para evitar que estas catástrofes sucedan, esta situación se ha salido de las manos de la alcaldía y la gobernación y, según entiendo, ellos le pidieron al gobierno nacional que ayudaran con helicópteros y todo eso para poder evitar que los incendios avanzaran, pero solo hasta hoy ha llegado ese helicóptero, me parece que falta mucha planeación”, finaliza.
Una abrumadora realidad
Encontrarse con un incendio forestal es abrumador, se siente el calor en la parte delantera del cuerpo, hay un murmullo difícil de describir que se va haciendo cada vez más cercano. Ese crujir de los árboles incinerándose hace que se tonga de gallina la piel. La magnitud del desastre solo se entiende cuando ves que lo que era un frondoso bosque ahora solo es ceniza y carbón, un cementerio de árboles incinerados que exhala humo gris.
El olor a quemado entra por las fosas nasales y se instala en el alma, por lo que llegas a comprender que un ecosistema que creció durante décadas, que era fundamental para el equilibrio climático que nos sostiene en la árida y calurosa área de Bosque seco Tropical, en el valle del Río Magdalena, ha muerto y que posiblemente nunca se vaya a recuperar pues, ante la incapacidad institucional por desarrollar acciones rápidas para recuperar el bosque, posiblemente termine siendo convertido en un cultivo extensivo de cualquier producto agrícola.