Diario del Huila

La negra flor; un homenaje a las enfermeras

Oct 24, 2024

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Por: Adonis Tupac Ramírez

Corría el año 1995 cuando, siendo estudiante de cirugía durante mi pregrado en medicina, conocí a la Negra Flor Obregón, una de las enfermeras del quinto piso del Hospital Universitario de Neiva. Era una mujer grande, de voz y carácter recios, imponente, con una sonrisa estruendosa y exigente. Al principio, uno podría pensar que era malhumorada, pero con el tiempo, al conocerla mejor, se descubría una mujer cálida, afectuosa y maternal.

Compartí muchos años con Flor, y tengo recuerdos variados de ella. Siempre estuvo dispuesta a colaborarnos, a cuidarnos y hasta consentirnos. Hace una semana me enteré de su fallecimiento, y vinieron a mi mente recuerdos no solo de ella, sino de todas las enfermeras con las que compartí durante mis años de formación como estudiante, residente y cirujano. El sentimiento que prevalece es de profunda gratitud por el amor y las enseñanzas que me brindaron.

Hoy, esta columna va dedicada a todas ellas, en nombre de la Negra Flor.

Cuando pensamos en los pilares del cuidado de la salud, a menudo nuestra mente se dirige hacia los médicos, las grandes cirugías y los tratamientos complejos. Sin embargo, en el corazón de cada intervención quirúrgica, de cada atención a un paciente, y en cada jornada extenuante dentro de los hospitales, hay una presencia constante que muchas veces pasa desapercibida: las enfermeras.

Como cirujano, he visto incontables veces cómo las enfermeras se convierten en el eje de la recuperación de un paciente. Mientras yo realizo una intervención que dura unas horas, ellas están al lado del paciente en todo momento, cuidando, vigilando, reconociendo signos que muchas veces solo su ojo entrenado puede identificar. Con un toque suave en el hombro o una palabra de aliento, logran transmitir la calma en momentos de mayor incertidumbre, y esa capacidad de empatía no es algo que pueda enseñarse fácilmente.

Si algo he aprendido a lo largo de los años es que ser cirujano no es solo dominar la técnica; es, sobre todo, un trabajo en equipo. Y en ese equipo, las enfermeras son esenciales. Desde la preparación de una cirugía hasta el seguimiento postoperatorio, su conocimiento técnico y su agudeza emocional son fundamentales para el éxito de cada procedimiento. Las enfermeras son quienes nos alertan cuando algo no va bien, quienes controlan cada detalle, desde la higiene hasta la correcta administración de medicamentos. Son ellas quienes, en muchas ocasiones, permiten que nosotros, los cirujanos, podamos concentrarnos en nuestra labor sabiendo que el paciente está en las mejores manos posibles.

Lo que más me impresiona es la resiliencia de las enfermeras. Son las primeras en llegar al hospital y las últimas en irse, enfrentándose a turnos interminables, dolor ajeno y, muchas veces, al agradecimiento que nunca llega. Son capaces de enfrentarse a las historias más difíciles, las pérdidas más dolorosas, y aún así regresar al día siguiente con la misma dedicación y una sonrisa que alivia hasta al más atribulado de los pacientes. Es una fortaleza silenciosa, una que pocas veces recibe el reconocimiento que merece.

En cada momento crítico dentro de un quirófano, en cada día largo en el hospital, las enfermeras están allí, siendo el corazón palpitante de la atención al paciente. La cirugía, al igual que la medicina, no puede ser vista como un esfuerzo individual, y sin ellas, nuestra labor simplemente no sería posible.

Gracias por su compasión, su destreza, y por hacer lo que muchos no pueden. Cada vida salvada, cada paciente atendido, lleva su huella indeleble. Sin ustedes, el hospital no sería el lugar de esperanza que tanto significa para los pacientes.

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