Se trata de un colectivo de características anárquicas, violentas, retadoras y provocadoras a las autoridades y ciudadanía, que se toman “La Primera Línea” en las marchas de protestas en las ciudades promovidas por organizaciones sociales y políticas. Si bien es cierto que las protestas deben ser pacíficas, en este caso no las han sido; esas marchas han sido un cataclismo para el país, dejando muertos, heridos, destrucciones, afectando a los pequeños, medianos y grandes comerciantes, generando terror, acabando con la seguridad y tranquilidad de la ciudadanía, todo aquello como cuando un terremoto azota a una nación.
Pero el asunto no es solamente de una protesta para lograr la atención del gobierno en necesidades de trabajo, salud, educación y progreso. Es una estrategia desestabilizadora para generar caos que debilita la democracia con fines políticos. De ahí que los financiadores de “La Primera Línea” sean la guerrilla de las disidencias de las Farc, el Eln, el narcotráfico y el régimen venezolano de Maduro, a más de ser aupado por senadores de la extrema izquierda que promueven este colectivo, dotándolo de elementos de guerra para atemorizar a la ciudadanía y provocar enfrentamientos con la fuerza pública, utilizando escudos, cascos, pasamontañas, piedras, bombas molotov, pistolas, armas blancas y fusiles entre otras armas letales. Las autoridades han realizado capturas de algunos de sus miembros, les han decomisado armas y han obtenido confesiones y develando información de sus fines y señalando a sus patrocinadores.
El concepto y acciones de esta organización delincuencial es un modelo utilizado en Hong Kong y Chile, que proviene de las fuerzas de frente de guerra utilizadas en la antigüedad en la primera línea de batalla. Total que para hacer una protesta pacífica que sea válida, no es necesaria la violencia, la destrucción, el robo y el crimen, eso solo se hace con un sentido vandálico y delincuencial. Estas artimañas solo son utilizadas por ideologías extremas cuya intención es tomarse el poder generando caos e incertidumbre en la población, socavando la economía, acrecentando la pobreza y patrocinando el desempleo.
No es la sociedad adinerada la que finalmente sufre consecuencias de esos actos violentos, pues el rico tiene como pasar toda situación, es el pobre quién más sufre, porque es el que debe caminar kilómetros cuando le bloquean el transporte y circulación, es aquel quién no puede salir a ejercer su actividad comercial porque corre peligro y no hay compradores, es el trabajador quien pierde su empleo, es el pequeño y mediano comerciante que no vende, son los padres de familia que sufren sabiendo que sus hijos se exponen en esas marchas, es la infraestructura de las ciudades que se construye y se mantiene con los impuestos del ciudadano.
“La Primera Línea” es un mal para el país, nada bueno ha traído, solo temor y desolación a la gente, es nociva y destructora. No se trata de que no existan marchas y protestas, es legítimo, pero hacerlas en medio de una devastadora pandemia es una irresponsabilidad con enormes consecuencias.