Por: Gerardo Aldana García
Ella tenía un romance alterno a su matrimonio. Cada mensaje cargado de erotismo, enviado desde su celular Android era borrado por los dos amantes. En otro espacio, su marido, que solía sustraer furtivamente sumas de dinero de la caja de su empresa, solo confiaba el secreto a su mejor amigo con quien tenía parrandas cada fin de semana. Los detalles de la operación apenas eran comentados de forma cifrada desde sus IPhone. Una intrépida joven de apenas diecisiete años atendía los ruegos de su novio de recibir sus fotos de cuerpo desnudo disque para poder recordarla a cada instante, solo mirándola en la pantalla de su móvil Motorola. El senador que arregla las coimas con el ministro, previamente a la aprobación del proyecto de ley, se cita con un emisario del ejecutivo en una inédita cafetería, sin percatarse de la discreción con la que la diminuta cámara tras una bagatela pintura, registra a cada cliente. Estos son algunos de los ejemplos de cómo la tecnología de hoy es responsable de la incursión a la privacidad de las personas, accediendo a toda clase de información de texto, voz. video, cuentas bancarias, acreencias con terceros, antecedentes fiscales, penales, disciplinarios, itinerario de viajes, estado de salud y un profuso etcétera.
Cada día es menos posible que un morador del planeta tierra pueda mantener en total reserva su identidad y sus actos. El sistema inteligente que involucra indeterminadas variables se encarga de poner en sendas bases de datos los detalles, incluso aquellos impensados, del diario vivir de los ciudadanos en cada nación. El mundo se ha vuelto una enorme matriz en la que se registra y procesa la cotidianidad de los terrícolas. Y los avances en ciencia y tecnología van sugiriendo a cada instante una nueva forma de conocer la privacidad y por supuesto de controlarla. La posibilidad de que la comunicación entre el individuo y sus interlocutores deje de hacerse a través de un aparato móvil y en su reemplazo surja un tatuaje capaz de hacer lo propio, pero con mayores alcances, tal y como ya lo ha predicho el magnate de la tecnología Bill Gate, es un hallazgo que está en el mediano plazo.
El Diario La República expresa que, desde hace algún tiempo la biotecnología está teniendo un lugar cada vez más privilegiado en el mundo del desarrollo tecnológico. Si bien en su comienzo los esfuerzos se destinaron al desarrollo de productos relacionados con la salud médica de alta complejidad o la investigación científica, hoy pueden verse soluciones masivas que están montadas sobre la biotecnología. Y continúa diciendo que, recientemente, se dio a conocer que la empresa norteamericana Chaotic Moon desarrolló una nueva técnica que, apoyándose sobre la biotecnología, quiere llevar las funciones de análisis y recopilación de información al cuerpo de los humanos. La nueva tecnología consiste en la elaboración de un tatuaje electrónico en la piel cuya finalidad es recopilar y monitorear datos médicos y deportivos. En vez de pintado en la piel, esta marca proporciona información médica en tiempo real que puede ser usada tanto para prevenir enfermedades como para el control de las constantes vitales en deportistas profesionales.
Este panorama simplifica cada vez más el ámbito de la privacidad de las personas; incluso, es evidente que hoy en día un ciudadano que no se encuentre en las bases de datos de los diferentes sistemas, esté por fuera de la posibilidad de sobrevivir por ejemplo en temas como la salud. Así mismo pasa con su economía y la educación.
Existe una línea de pensamiento religioso dentro de vertientes cristianas que relacionan esta dinámica con la bestia del Apocalipsis cuyo número es 666, haciendo la asociación del predicado de este, el último libro de la biblia hebrea cuando en su capítulo 13 versículo 16 y subsiguientes, dice que: y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les dé una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca: el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, que calcule el número de la bestia, porque el número es el de un hombre, y su número es seiscientos sesenta y seis.
Pues bien, este el mundo que a las generaciones del siglo XXI no corresponde vivir; sea que nos guste o no, es la aldea global que nos acoge, nos vigila, nos controla e incluso puede disponer de nuestras efímeras vidas.