Por: Álvaro Hernando Cardona González
La hipocresía, falta de valor institucional y la falta de imperar la racionalidad se hacen cada vez más evidentes. Para la protección y recuperación efectiva ambiental, ya es impostergable superar estas taras.
Las decisiones públicas casi siempre son complejas. Y lo son porque las acciones que real o efectivamente solucionan los problemas, como no se atendieron desde el principio como deberían, ahora son más difíciles y costosas hacerlo. Entre ello, costosas para la politiquería, es decir, no para la práctica majestuosa de resolver los problemas sociales sino para mantener o conseguir votos. Porque parece que desde hace tiempo en Colombia sólo esto interesa.
Y claro, lo que se debe hacer, casi siempre va contra lo “políticamente correcto”.
Demos ejemplos: en algunas ciudades (Bogotá, Tunja, Manizales) pululan las palomas o torcazas, que hacen en los nichos de edificios públicos, iglesias y monumentos sus nidos y en gran número allí reposan. Por supuesto expelen gran cantidad de heces que a su vez manchan, corroen y afean el espacio público. Pero, además, contribuyen a alterar las condiciones naturales del aire y aún peor, en muchos casos estas, se convierten en un riesgo para el tránsito de las personas sobre andenes y otras superficies, y ahora son potencial factor de generación de virus. Todos saben eso, todos en la ciudad critican la falta de limpieza y solicitan mejor aseo y actividad pública. Solución real: cazar para el control esas aves. Sin embargo, ahora eso convierte un asunto de prioritaria salud pública en otro problema “ambiental” porque primero hay un tira y afloje entre autoridad sanitaria y autoridad ambiental, para no “echarse encima a los ambientalistas”. ¿Cazar? ¡Cómo se les ocurre! No importan los costos implícitos; por ejemplo, cuestan más los centros de valoración y atención de fauna comparativamente, que los que se destinan a mantener ancianatos.
Otro ejemplo sucede con la protección de áreas protegidas, estratégicas o de especial importancia ecológica. Acá existe gran hipocresía, las comunidades protestan por la falta de protección ambiental en favor de conservar los nacederos de agua y excluir de parques, santuarios de flora y fauna y páramos, las explotaciones mineras y petroleras, pero penas se van a hacer las técnicas delimitaciones de dichas áreas, entonces vuelven a protestar porque justo dentro de ellas se hallan sus propiedades y muchísimas veces estas dedicadas a la ganadería.
Hemos llegado a un punto muy claro para los ambientalistas racionales y quienes defendemos la postura del Desarrollo Sostenible, donde se evidencia que se sabe lo que hay que hacer, pero no se hace. Entre tanto, el deterioro ambiental sigue imparable. (Sigue)