El presidente Petro no entiende razones. Va señalando como victimas a los sectores más vulnerables, pero sin darles esperanza alguna. Dividiendo y llenando de odio los corazones de la gente más humilde de Colombia y enviándoles el mensaje de que, los victimarios somos todos los demás. La cultura del odio en su gobierno se impone como se impuso en otros pueblos desde el inicio del siglo XX con la Rusia bolchevique, presionando a su gente.
Ni siquiera se detiene a sopesar las declaraciones de la persona mas cercana a sus oídos como es Laura Saravia, quien se manifestó inclinada a que se detuviere el anunciado desastre, conforme a las marchas del 21 de abril anterior, para que se abran los espacios necesarios que faciliten el dialogo sobre temas fundamentales para el bienestar de los colombianos.
No, eso no le llama la atención al dueño de la “Granja” llamada Colombia.
Algún amigo me recordó una de las obras del escritor inglés George Orwel quien en una celebre fabula relacionada con la política de los años siguientes a la revolución bolchevique, narra como en una Granja de propiedad de un tal señor Jones los animales se rebelan contra sus dueños, los humanos, y los vencen. Pero muy pronto surgen rivalidades entre ellos, envidias y odios irreconciliables, que llevan a algunos a aliarse con los amos derrocados traicionando a sus propios “principios “y los intereses de sus defendidos. El libro fue concebido como una implacable sátira al Estalinismo, pero además el mensaje lleva inserto un contenido y un análisis sobre la corrupción que supone el poder absoluto. Una colérica y violenta critica contra el totalitarismo.
La obra se ha interpretado como una crónica anunciada de una revolución traicionada y las mentiras de un ideal falseado. La obra del escritor Orwel, titulada la Rebelión en la Granja también se le conoce como La Rebelión de los Cerdos, porque en su obra nos cuenta como dos cerdos se ponen de acuerdo para sacar de la granja a su dueño, pero uno de los dos puercos, al que el fabulista bautiza en su libro como Napoleón lleno de odio persigue a su socio el cerdo Bola de Nieve, lo destierra y persigue, al que con el tiempo logra asesinar extendiendo los tentáculos de sus sicarios hasta la ciudad de Méjico en donde le da muerte.
Para el cerdo “Napoleón”, todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo, todo lo que camina sobre cuatro patas, nade o se arrastre es un amigo. Ningún animal usara ropa, ni dormirá en una cama, tampoco beberá alcohol, ni matara a otro animal, todos los animales son iguales. Mientras Bola de Nieve busca la prosperidad, Napoleón busca aumentar su poder sobre el resto de los animales, por lo que molesto con su compañero de revolución lo destierra, lanza sus perros sobre él, y este huye de la granja.
Poco a poco los cerdos adoptan los defectos propios de los humanos, empiezan a usar ropa fina, relojes Rolex, zapatos Ferragamo, y aprenden a caminar sobre sus patas traseras. Al final de la novela, la dictadura del cerdo Napoleón y sus seguidores se consagran cuando le preguntan al burro Benjamín, uno de los pocos que sabe leer sobre cual es lo último que se conoce como mandamiento, el asno les responde que cuando todos los animales son iguales, pero que algunos animales son mas iguales que otros. Atencion: que no nos pase lo que le sucedió al señor Jonás. Julio Bahamon.